Aquel auxiliador , como el resto de las gentes con las que convivió Jesús de Nazaret , no podía saber quién era en realidad el Galileo . Eran amigos o conocidos , sí , pero , insisto , nadie imaginaba su poder y mucho menos , su naturaleza divina . Era lógico , por tanto, que Assi se preguntara por la singular persuasión de su voz y de su mirada . ¿ Quién era aquel Hombre ? ¿ Por qué actuaba así ?
¿ Qué había sucedido con el negro << tatuado >> ?
Tampoco nosotros lo supimos con certeza en aquellos momentos .
Me incorporé a la tarea de vigilar la cena . El resto , con Assi a la cabeza , rescataban las olorosas carpas , los barbos y las tilapias de la gran parrilla de hierro y repartían las grasientas raciones entre los enfermos y los lisiados del otro extremo del kan , a los que este explorador había pasado revista . En muchos de los casos , el pescado tenía que ser desmenuzado y llevado a la boca de aquellos infelices , incapaces de sostener un plato . Varios de los cortadores cargaron algunas bandejas y se perdieron en el interior de las chozas de caña . Esta vez no me moví . Ya había visto suficiente ...
¿ Suficiente ? Y el Destino , una vez más , me salió al encuentro.
Mientras vigilaba el asado de uno de aquellos enormes binit , o barbos del Hule , de casi un metro de longitud , los vi aproximarse . Formaban dos hileras . Eran otros << inquilinos >> del kan , permanentemente recluidos en las cabañas y que , al parecer , sólo pisaban la explanada para ser alimentados o lavados .
Los hombres - no todos - vestían modestos saq o taparrabos , negros y deshilachados . Las mujeres , con las cabezas rapadas , presentaban el mismo ropaje : Túnicas que en su día fueron de color naranja , ahora mugrientas y hechas jirones .
Mientras se acercaban a la hoguera percibí unos movimientos anormales , casi grotescos . Poco después , al detenerse frente al fuego , empecé a comprender...
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
¿ Qué había sucedido con el negro << tatuado >> ?
Tampoco nosotros lo supimos con certeza en aquellos momentos .
Me incorporé a la tarea de vigilar la cena . El resto , con Assi a la cabeza , rescataban las olorosas carpas , los barbos y las tilapias de la gran parrilla de hierro y repartían las grasientas raciones entre los enfermos y los lisiados del otro extremo del kan , a los que este explorador había pasado revista . En muchos de los casos , el pescado tenía que ser desmenuzado y llevado a la boca de aquellos infelices , incapaces de sostener un plato . Varios de los cortadores cargaron algunas bandejas y se perdieron en el interior de las chozas de caña . Esta vez no me moví . Ya había visto suficiente ...
¿ Suficiente ? Y el Destino , una vez más , me salió al encuentro.
Mientras vigilaba el asado de uno de aquellos enormes binit , o barbos del Hule , de casi un metro de longitud , los vi aproximarse . Formaban dos hileras . Eran otros << inquilinos >> del kan , permanentemente recluidos en las cabañas y que , al parecer , sólo pisaban la explanada para ser alimentados o lavados .
Los hombres - no todos - vestían modestos saq o taparrabos , negros y deshilachados . Las mujeres , con las cabezas rapadas , presentaban el mismo ropaje : Túnicas que en su día fueron de color naranja , ahora mugrientas y hechas jirones .
Mientras se acercaban a la hoguera percibí unos movimientos anormales , casi grotescos . Poco después , al detenerse frente al fuego , empecé a comprender...
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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