Abner , amable , nos deseó paz . A continuación , señalando hacia el árbol , rogó que lo acompañase .
- Quiere hablar contigo - añadió sin disimular su satisfacción -. Eres un hombre afortunado ...
No comprendí , pero , dispuesto a aprovechar la oportunidad , asentí con otra sonrisa .
Abner dio media vuelta y me fui tras él . Pero , al instante , los cinco armados se interpusieron en mi camino . Uno de ellos , casi sin palabras , me obligó a levantar los brazos . Y allí mismo , ante la atenta mirada del resto , fui cacheado .
Eliseo sonrió amargamente . Y entendí su pensamiento .
Los armados , satisfechos , me franquearon el paso . Pero , al llegar al circulo de piedras , me detuve y esperé . No quería nuevos incidentes , y mucho menos un gladius en la garganta ...
Abner , ya en el centro del guilgal , comprendió mis dudas y , agitando las manos , me animó a rebasar la << barrera >> . El vidente , mudo , seguía sentado y con la cabeza y parte del cuerpo cubiertos por el chal de color dorado . Los hombros , también en silencio , me observaban , curiosos .
Obedecí y fui aproximándome a la sófora .
Fue entonces , al llegar a la altura del Anunciador , cuando reparé en la auténtica naturaleza del manto con el que se cubría . Sentí una sensación incómoda ...
¡ Era cabello humano !
El talith había trenzado con pelo rubio , muy similar al del vidente . Sospeché que podría haber sido tejido con la cabellera del hombre de las siete trenzas . ¿ Cómo era posible ? Las citadas trenzas colgaban hasta las rodillas . Cuánto pelo se necesitaba para confeccionar un chal de semejantes características ? Todo tenía su explicación...
El siguiente recuerdo de aquella inesperada reunión con el Anunciador fue un olor acre , un inconfundible tufo a sudor humano . Era intenso , y convertía el entorno de la sófora en un lugar poco recomendable , casi asfixiante . Algunos de los allí congregados - pensé - no se lavaban desde hacía tiempo.
Me equivoqué de nuevo.
Yehohanan me observó desde la penumbra de su embozo . ¿ Me reconoció ? ¿ Supo que era el mismo individuo que se ocultaba en las aguas del río cuando se disponía a dirigir la palabra a los acampados?
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
- Quiere hablar contigo - añadió sin disimular su satisfacción -. Eres un hombre afortunado ...
No comprendí , pero , dispuesto a aprovechar la oportunidad , asentí con otra sonrisa .
Abner dio media vuelta y me fui tras él . Pero , al instante , los cinco armados se interpusieron en mi camino . Uno de ellos , casi sin palabras , me obligó a levantar los brazos . Y allí mismo , ante la atenta mirada del resto , fui cacheado .
Eliseo sonrió amargamente . Y entendí su pensamiento .
Los armados , satisfechos , me franquearon el paso . Pero , al llegar al circulo de piedras , me detuve y esperé . No quería nuevos incidentes , y mucho menos un gladius en la garganta ...
Abner , ya en el centro del guilgal , comprendió mis dudas y , agitando las manos , me animó a rebasar la << barrera >> . El vidente , mudo , seguía sentado y con la cabeza y parte del cuerpo cubiertos por el chal de color dorado . Los hombros , también en silencio , me observaban , curiosos .
Obedecí y fui aproximándome a la sófora .
Fue entonces , al llegar a la altura del Anunciador , cuando reparé en la auténtica naturaleza del manto con el que se cubría . Sentí una sensación incómoda ...
¡ Era cabello humano !
El talith había trenzado con pelo rubio , muy similar al del vidente . Sospeché que podría haber sido tejido con la cabellera del hombre de las siete trenzas . ¿ Cómo era posible ? Las citadas trenzas colgaban hasta las rodillas . Cuánto pelo se necesitaba para confeccionar un chal de semejantes características ? Todo tenía su explicación...
El siguiente recuerdo de aquella inesperada reunión con el Anunciador fue un olor acre , un inconfundible tufo a sudor humano . Era intenso , y convertía el entorno de la sófora en un lugar poco recomendable , casi asfixiante . Algunos de los allí congregados - pensé - no se lavaban desde hacía tiempo.
Me equivoqué de nuevo.
Yehohanan me observó desde la penumbra de su embozo . ¿ Me reconoció ? ¿ Supo que era el mismo individuo que se ocultaba en las aguas del río cuando se disponía a dirigir la palabra a los acampados?
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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