Insistí , interesándome por su familia , por el lugar donde vivía e , incluso por su nombre .
Imposible . Se negó a contestar.
Palpé por último el hígado y dirigí una significativa mirada a mi compañero . Entendió que algo no iba bien y , con la misma espontaneidad con que abroncó al pillo , rebuscó en la bolsa de hule , extrayendo un reluciente denario de plata .
Los expresivos ojos del niño se fueron detras de la pieza . La observó ávido . Pero siguió acuartelado en aquel absoluto y enigmático mutimos .
Me decidí a soltarlo .
Y Eliseo , mostrando la moneda , le invitó a emplearla en la compra de comida . Pareció dudar .
- Quizá no comprende el arameo - insinié como un perfecto idiota .
Mi hermano repitió el consejo en griego , en koiné , pero el resultado fue el mismo . El pelirrojo no se inmutó . El rostro , con una mugre crónica , permaneció inalterable . Sólo los ojos , ágiles y afilados como los de un halcón, sihieron fijos en los esporádicos destellos de la plata .
Finalmente , cariñoso , con la mejor de sus sonrisas , Eliseo tomó la mano del muchacho y depositó en ella la moneda .
El niño le miró desconcertado . Se llevó la pieza a la boca y , tras mordisquearla , el verde hierba de los ojos se iluminó . Trato , creo , decir algo , pero sólo distinguimos un leve movimiento de los labios . Acto seguido , como impulsado por un muelle , saltó hacia el bosque , desapareciendo.
Eliseo se encogió de hombros .
Minutos después , satisfechas las tres leptas , entre los cuchicheos de las matronas , el alborozo de la chiquillería y los lamentos de los onagros , estos exploradores reemprendían la marcha , alejándose hacia el norte .
Durante un trecho casi no hablamos .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Imposible . Se negó a contestar.
Palpé por último el hígado y dirigí una significativa mirada a mi compañero . Entendió que algo no iba bien y , con la misma espontaneidad con que abroncó al pillo , rebuscó en la bolsa de hule , extrayendo un reluciente denario de plata .
Los expresivos ojos del niño se fueron detras de la pieza . La observó ávido . Pero siguió acuartelado en aquel absoluto y enigmático mutimos .
Me decidí a soltarlo .
Y Eliseo , mostrando la moneda , le invitó a emplearla en la compra de comida . Pareció dudar .
- Quizá no comprende el arameo - insinié como un perfecto idiota .
Mi hermano repitió el consejo en griego , en koiné , pero el resultado fue el mismo . El pelirrojo no se inmutó . El rostro , con una mugre crónica , permaneció inalterable . Sólo los ojos , ágiles y afilados como los de un halcón, sihieron fijos en los esporádicos destellos de la plata .
Finalmente , cariñoso , con la mejor de sus sonrisas , Eliseo tomó la mano del muchacho y depositó en ella la moneda .
El niño le miró desconcertado . Se llevó la pieza a la boca y , tras mordisquearla , el verde hierba de los ojos se iluminó . Trato , creo , decir algo , pero sólo distinguimos un leve movimiento de los labios . Acto seguido , como impulsado por un muelle , saltó hacia el bosque , desapareciendo.
Eliseo se encogió de hombros .
Minutos después , satisfechas las tres leptas , entre los cuchicheos de las matronas , el alborozo de la chiquillería y los lamentos de los onagros , estos exploradores reemprendían la marcha , alejándose hacia el norte .
Durante un trecho casi no hablamos .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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