De pronto recordé . El petate , en un descuido , quedó abierto . Y en el interior , los restos del refrigerio : algunas manzanas , parte del queso y el frasco de vidrio con una buena ración de miel líquida . Y dudé . ¿ Fue cerrado por Eliseo al terminar el almuerzo ?
No hubo tiempo para nuevas disquisiciones ...
Eliseo y yo , aterrados , vimos aparecer entre los cedros un formidable ejemplar de oso sirio , una subespecie del Ursus arctos , el célebre y temido oso pardo . Podía tener dos metros de longitud , con un peso no inferior a los doscientos kilos .
En un primer momento se detuvo . Levantó la enorme cabeza y olfateó . El maarabit , el viento del oeste , por fortuna , no le proporcionó pista alguna sobre los humanos que se hallaban frente a él . Sin embargo , receloso , permaneció atento a cualquier sonido .
Miré al Maestro . Seguía inmovil. Ajeno . Absorto .
Mi compañero , pálido , me hizo una señal .
¿ Avisamos al rabí ?
Traté de pensar a gran velocidad . ¿ Qué haciamos ?
Podíamos salir al encuentro de la bestia y obligarla a huir con gritos y piedras . El método , sin embargo , no ma convenció . Estos animales son imprevisibles . En caso de ataque corríamos el riesgo de caer bajo sus garras . Unas garras negras y afiladas de casi quince centímetros de longitud . Pero no fue ese hipotético peligro lo que me decidió a continuar mudo e inmóvil como una estatua . Nosotros , despues de todo , , estábamos protegidos por la << piel de serpiente >> . Fue la posibilidad de que el ursus alcanzara a Jesús de Nazaret lo que , definitivamente , me dejó clavado en el suelo .
Solicité calma y , por señas , le hice ver a mi amigo que lo mejor era no actuar . Me miró atónito . Y volvió a dirigir su dedo hacia el Maestro.
Negué con la cabeza y , en previsión de una súbita y más que probable reacción de Eliseo , lo sujeté por el ceñidor , reteniéndolo.
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
No hubo tiempo para nuevas disquisiciones ...
Eliseo y yo , aterrados , vimos aparecer entre los cedros un formidable ejemplar de oso sirio , una subespecie del Ursus arctos , el célebre y temido oso pardo . Podía tener dos metros de longitud , con un peso no inferior a los doscientos kilos .
En un primer momento se detuvo . Levantó la enorme cabeza y olfateó . El maarabit , el viento del oeste , por fortuna , no le proporcionó pista alguna sobre los humanos que se hallaban frente a él . Sin embargo , receloso , permaneció atento a cualquier sonido .
Miré al Maestro . Seguía inmovil. Ajeno . Absorto .
Mi compañero , pálido , me hizo una señal .
¿ Avisamos al rabí ?
Traté de pensar a gran velocidad . ¿ Qué haciamos ?
Podíamos salir al encuentro de la bestia y obligarla a huir con gritos y piedras . El método , sin embargo , no ma convenció . Estos animales son imprevisibles . En caso de ataque corríamos el riesgo de caer bajo sus garras . Unas garras negras y afiladas de casi quince centímetros de longitud . Pero no fue ese hipotético peligro lo que me decidió a continuar mudo e inmóvil como una estatua . Nosotros , despues de todo , , estábamos protegidos por la << piel de serpiente >> . Fue la posibilidad de que el ursus alcanzara a Jesús de Nazaret lo que , definitivamente , me dejó clavado en el suelo .
Solicité calma y , por señas , le hice ver a mi amigo que lo mejor era no actuar . Me miró atónito . Y volvió a dirigir su dedo hacia el Maestro.
Negué con la cabeza y , en previsión de una súbita y más que probable reacción de Eliseo , lo sujeté por el ceñidor , reteniéndolo.
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
No hay comentarios:
Publicar un comentario
puede comentar todas las personas que lo deseen , con educación y respeto