La inmediata aparición del segundo de los alfareros , igualmente armado y haciendo presa sin piedad en los cabellos de otro individuo de baja estatura , me sacó de unas deducciones que no tardaría en confirmar.
El huesudo y mal encarado rostro del segundo prisionero me resultó familiar . ¿ Dónde lo había visto?
No tardé en recordar . Los aflautados gemidos me trasladaron al instante a las << puertas >> de la aldea , rememorando la sanguinaria estampa de Judá , el acólito del sacerdote , introduciendo la mecha ardiente en la garganta del infeliz reo , ajusticiado aquella misma mañana del jueves .
Algo , sin embargo , no terminaba de encajar . Aceptando que la hipótesis fuera correcta y que el jefe del consejo hubiera sepultado al Zebedeo en la caverna , ¿ cómo explicar la presencia de Santiago y su gente ? ¿ Cómo lo habían sabido?
Pero las sorpresas continuaron.
Cerrando la comitiva , interrumpió en la sala otro entrañable amigo a quien , por cierto , casi tenía olvidado.
- ¡ David !
El anciano sirviente , inmóvil , de espalda ala puerta , acusó la abundante y dorada luz que brotaba de las dos grandes lucernas de hierro colgadas de la techumbre . Parpadeó dolorido y buscó la voz que le reclamaba .
Al verme , creyéndome muerto , dibujó una media sonrisa y , atropellado por la emoción , rompió a llorar . Y sorteando al grupo , dejándome arrastrar por la alegría , me lancé sobre mi leal compañero , abrazándole .
- Pero , señor ...
El buen hombre , arrasado por el llanto , tratana inútilmente de preguntar , de comprender . Quise calmarle , prometiéndole toda clase de explicaciones . Pero la firme voz de Santiago , reclamando la atención general , dejó en suspenso mis intenciones..
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
El huesudo y mal encarado rostro del segundo prisionero me resultó familiar . ¿ Dónde lo había visto?
No tardé en recordar . Los aflautados gemidos me trasladaron al instante a las << puertas >> de la aldea , rememorando la sanguinaria estampa de Judá , el acólito del sacerdote , introduciendo la mecha ardiente en la garganta del infeliz reo , ajusticiado aquella misma mañana del jueves .
Algo , sin embargo , no terminaba de encajar . Aceptando que la hipótesis fuera correcta y que el jefe del consejo hubiera sepultado al Zebedeo en la caverna , ¿ cómo explicar la presencia de Santiago y su gente ? ¿ Cómo lo habían sabido?
Pero las sorpresas continuaron.
Cerrando la comitiva , interrumpió en la sala otro entrañable amigo a quien , por cierto , casi tenía olvidado.
- ¡ David !
El anciano sirviente , inmóvil , de espalda ala puerta , acusó la abundante y dorada luz que brotaba de las dos grandes lucernas de hierro colgadas de la techumbre . Parpadeó dolorido y buscó la voz que le reclamaba .
Al verme , creyéndome muerto , dibujó una media sonrisa y , atropellado por la emoción , rompió a llorar . Y sorteando al grupo , dejándome arrastrar por la alegría , me lancé sobre mi leal compañero , abrazándole .
- Pero , señor ...
El buen hombre , arrasado por el llanto , tratana inútilmente de preguntar , de comprender . Quise calmarle , prometiéndole toda clase de explicaciones . Pero la firme voz de Santiago , reclamando la atención general , dejó en suspenso mis intenciones..
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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