Y protegiendo una de las lucernas bajo el ropón, el albañil corrió hacia la boca del tunel . esta hizo lo propio y , por último , cerrando la << expedición >> , quien esto escribe se deslizó igualmente por los peldaños labrados en la roca .
Mi primera visitaa a la segunda y escondida Nazaret me dejó perplejo . Una decena de toscos escalones nos llevó a una cámara de casi cuatro metros de longitud por dos de anchura y poco má de 2,60 de altura , excabadas a a fuerza de pico y voluntad en una de las venas calcáreas sobre las que se sentaba el poblado .
Dos nuevas lámparas , sabiamente dispuestas en las hornacinas practicadas a derecha e izquierda del cubículo , vinieron a animar el amarillo anémico de la flama que sostenía Jacobo . Y las sombras se entrecruzaron en la caverna , poniendo en fuga a una patrulla de ratas . En las alacenas , a un metro del suelo , descansaban numerosas vasijas y cátaras de arcilla , meticulosamente selladas con mazos de lino y estopa . Supuse que se trataba de una reserva alimenticia .
Y precedido por un par de sonoras maldiciones - estrechamente vinculadas a los progenitores de los roedores -, el albañil encorvó su humanidad , introduciéndose en una segunda oquedad . El acceso lo proporcionaba un angosto agujero de un metro de alzada , abierto en el extremo opuesto a los peldaños . Allí fui a encontrarme con una especie de silo en forma de pera , de unos tres metros de altura por dos de diámetro mayor . La siniestra cripta , de paredes groseramente amacheteadas , reunia a lo largo del perímetro nueve avejentadas y estiradas ánforas de piedra , firmemente enterradas en el suelo rocoso . era el almacén de grano , vino y frutos secos .
Nada más ingresar en el estrecho recinto , las llamas oscilaron peligrosamente . Fue necesario protegerlas con las manos . El parpadeo obedecía a una débil corriente de aire , provocada por algún conducto que no acerté a descubrir . La mujer examinó las vasijas . Todo se hallaba en orden . Y a una señal de Esta , Jacobo se inclinó sobre una de las panzudas ánforas . Trató de desplazarla pero , al no conseguirlo , me rogó que le hechara una mano .Y al arrancarla de la fosa circular en la que descansaba apareció ante nosotros la negra boca de un pasadizo .Al final del mismo - fui incapaz de precisar a qué distancia - se escuchaba el inconfundible sonido del agua , precipitándose con violencia en alguna suerte de pozo .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Mi primera visitaa a la segunda y escondida Nazaret me dejó perplejo . Una decena de toscos escalones nos llevó a una cámara de casi cuatro metros de longitud por dos de anchura y poco má de 2,60 de altura , excabadas a a fuerza de pico y voluntad en una de las venas calcáreas sobre las que se sentaba el poblado .
Dos nuevas lámparas , sabiamente dispuestas en las hornacinas practicadas a derecha e izquierda del cubículo , vinieron a animar el amarillo anémico de la flama que sostenía Jacobo . Y las sombras se entrecruzaron en la caverna , poniendo en fuga a una patrulla de ratas . En las alacenas , a un metro del suelo , descansaban numerosas vasijas y cátaras de arcilla , meticulosamente selladas con mazos de lino y estopa . Supuse que se trataba de una reserva alimenticia .
Y precedido por un par de sonoras maldiciones - estrechamente vinculadas a los progenitores de los roedores -, el albañil encorvó su humanidad , introduciéndose en una segunda oquedad . El acceso lo proporcionaba un angosto agujero de un metro de alzada , abierto en el extremo opuesto a los peldaños . Allí fui a encontrarme con una especie de silo en forma de pera , de unos tres metros de altura por dos de diámetro mayor . La siniestra cripta , de paredes groseramente amacheteadas , reunia a lo largo del perímetro nueve avejentadas y estiradas ánforas de piedra , firmemente enterradas en el suelo rocoso . era el almacén de grano , vino y frutos secos .
Nada más ingresar en el estrecho recinto , las llamas oscilaron peligrosamente . Fue necesario protegerlas con las manos . El parpadeo obedecía a una débil corriente de aire , provocada por algún conducto que no acerté a descubrir . La mujer examinó las vasijas . Todo se hallaba en orden . Y a una señal de Esta , Jacobo se inclinó sobre una de las panzudas ánforas . Trató de desplazarla pero , al no conseguirlo , me rogó que le hechara una mano .Y al arrancarla de la fosa circular en la que descansaba apareció ante nosotros la negra boca de un pasadizo .Al final del mismo - fui incapaz de precisar a qué distancia - se escuchaba el inconfundible sonido del agua , precipitándose con violencia en alguna suerte de pozo .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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