En mi opinión , y despues de aquella exploración , los trece huesos de la cara de Jesús parecían intactos . Insisto , sin embargo , en mis serias dudas sobre la pareja de nasales . Dada la violencia del golpe , cabía la posibilidad de que hubieran sido dañados . ( Entiendo , además , que la famosa profecía en la que se recoge que << ninguno de los huesos del Mesías sería fracturado >> bien pudo referirse a los huesos largos . ) Hubo un especial detalle que , con la debida reserva , me inclino a creer desde el primer momento que dichos huesecillos nasales podían hallarse hundidos .
A lo largo de esta segunda limpieza, y cuando toqué la inflamada masa muscular de la nariz ( << piramidal >> y << transverso >> fundamentelmente ), al palpar el área del cartílago nasal , el rabí retrocedió levemente . A pesar de mi extrema suavidad , el simple roce del tejido con aquel punto de su nariz multiplicó su dolor.
En ese momento , el gigante - que seguía silencioso - entreabrió como pudo sus ojos , fijando su mirada en mi . Traté de sonreírle y creo que lo conseguí . Era cuanto podía darle . Jesús captó mi pobre pero sincera muestra de amistadn y sus labios se extremecieron . Y , de pronto , ante mi desconsuelo , una lágrima resbaló por su ojo izquierdo , hundiéndome aún más en la impotencia ....
El sicario que había advertido a los verdugos volvió a asomarse a la puerta y , con un gesto de impaciencia , se habrió paso hasta el reo . Y tomándole por uno de los brazos le empujó hacia la salida .
El Maestro , con paso vacilante , entró de nuevo en la sala del Sanedrín . La falta de sueño , el dolor y el cansancio después de aquella paliza habían empezado a hacer mella en su organismo .
Fui el último en abandonar aquel trágico lugar . Intencionadamente esperé a que hubiera salido el último de los levitas para , agachándome , recoger el mechón de pelo que uno de los policías había arrancado involuntariamente del cráneo de Jesús . Lo oculté en mi bolsa junto al jirón ensangrentado de mi túnica y me apresuré a reincorporarme al Consejo del Sanedrín.
Autor :J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
A lo largo de esta segunda limpieza, y cuando toqué la inflamada masa muscular de la nariz ( << piramidal >> y << transverso >> fundamentelmente ), al palpar el área del cartílago nasal , el rabí retrocedió levemente . A pesar de mi extrema suavidad , el simple roce del tejido con aquel punto de su nariz multiplicó su dolor.
En ese momento , el gigante - que seguía silencioso - entreabrió como pudo sus ojos , fijando su mirada en mi . Traté de sonreírle y creo que lo conseguí . Era cuanto podía darle . Jesús captó mi pobre pero sincera muestra de amistadn y sus labios se extremecieron . Y , de pronto , ante mi desconsuelo , una lágrima resbaló por su ojo izquierdo , hundiéndome aún más en la impotencia ....
El sicario que había advertido a los verdugos volvió a asomarse a la puerta y , con un gesto de impaciencia , se habrió paso hasta el reo . Y tomándole por uno de los brazos le empujó hacia la salida .
El Maestro , con paso vacilante , entró de nuevo en la sala del Sanedrín . La falta de sueño , el dolor y el cansancio después de aquella paliza habían empezado a hacer mella en su organismo .
Fui el último en abandonar aquel trágico lugar . Intencionadamente esperé a que hubiera salido el último de los levitas para , agachándome , recoger el mechón de pelo que uno de los policías había arrancado involuntariamente del cráneo de Jesús . Lo oculté en mi bolsa junto al jirón ensangrentado de mi túnica y me apresuré a reincorporarme al Consejo del Sanedrín.
Autor :J.J.benitez
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Antonio Martinez
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