Una vez en el patio , parte de la guardia del Templo se despidió , alejándose de la suntuosa residencia del ex sumo sacerdote . Y varios servidores de Anás acudieron precipitadamente hasta el jefe de los levitas . Éste les ordenó que avisaran a su amo :
<< El prisionero ha llegado >> , les dijo , señalando al Nazareno , que seguía con las manos atadas a la espalda e inmóvil en mitad de aquel enlosado cuadrangular . Juan continuaba al lado del Maestro y el mercenario romano a su vez , procuraba no perder de vista a ninguno de los dos , así como a un reducido grupo de policías y sirvientes del Templo que se afanaban en la preparación de una fogata . Apilaron varios troncos en una de las esquinas del oscuro patio y después de rociarlos con aceite , inclinaron una de las teas sobre la leña , prendiéndole fuego . La temperatura había descendido algunos grados y casi todos los allí presentes fueron aproximándose a la improvisada hoguera . A los pocos minutos , en el centro del patio sólo quedábamos Jesús , el jefe de los levitas - que seguía sosteniendo la gruesa maroma con la que había maniatado al Hijo del Hombre -, el discípulo , el soldado romano y yo . Frente a nosotros se levantaba una regia mansión de dos plantas , con una fachada enteramente de piedra labrada , y unas delicadas escalinatas semicirculares de mármol . En la puerta , débilmente iluminada por sendos faroles de aceite , se hallaba una mujer gruesa , de baja estatura , que sonreía sin cesar .
Pero aquella primera exploración del recinto se vio intenrrumpida por la repentina aparición de Judas . El traidor acababa de llegar a la casa de Anás . Pero , al ver a Jesús y a Juan , permaneció tras las altas rejas que se elevaban sobre el cercado de piedra . Y a los pocos minutos se alejó , siguiendo la misma calle que había tomado el grueso de la policía levítica . En su rostro , duro e impasible , no aprecié señal alguna de arrepentimiento . Al contrario . Tuve la sensación de que , durante aquellos instantes , el Iscariote disfrutó del << espectaculo >> . En el fondo , su venganza contra el Maestro y contra el discípulo amado de Jesús empezaba a fructificar.
Autor J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
<< El prisionero ha llegado >> , les dijo , señalando al Nazareno , que seguía con las manos atadas a la espalda e inmóvil en mitad de aquel enlosado cuadrangular . Juan continuaba al lado del Maestro y el mercenario romano a su vez , procuraba no perder de vista a ninguno de los dos , así como a un reducido grupo de policías y sirvientes del Templo que se afanaban en la preparación de una fogata . Apilaron varios troncos en una de las esquinas del oscuro patio y después de rociarlos con aceite , inclinaron una de las teas sobre la leña , prendiéndole fuego . La temperatura había descendido algunos grados y casi todos los allí presentes fueron aproximándose a la improvisada hoguera . A los pocos minutos , en el centro del patio sólo quedábamos Jesús , el jefe de los levitas - que seguía sosteniendo la gruesa maroma con la que había maniatado al Hijo del Hombre -, el discípulo , el soldado romano y yo . Frente a nosotros se levantaba una regia mansión de dos plantas , con una fachada enteramente de piedra labrada , y unas delicadas escalinatas semicirculares de mármol . En la puerta , débilmente iluminada por sendos faroles de aceite , se hallaba una mujer gruesa , de baja estatura , que sonreía sin cesar .
Pero aquella primera exploración del recinto se vio intenrrumpida por la repentina aparición de Judas . El traidor acababa de llegar a la casa de Anás . Pero , al ver a Jesús y a Juan , permaneció tras las altas rejas que se elevaban sobre el cercado de piedra . Y a los pocos minutos se alejó , siguiendo la misma calle que había tomado el grueso de la policía levítica . En su rostro , duro e impasible , no aprecié señal alguna de arrepentimiento . Al contrario . Tuve la sensación de que , durante aquellos instantes , el Iscariote disfrutó del << espectaculo >> . En el fondo , su venganza contra el Maestro y contra el discípulo amado de Jesús empezaba a fructificar.
Autor J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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