El de arimatea se despidió , indicándome que tenía intención de entrar en la residencia del ex sumo sacerdote y hacer cuanto estubiera en su mano - incluso sobornar al viejo Anás - para que Jesús fuera puesto en libertad . Al verlo desaparecer en el interior de la casa no pude reprimir un sentimiento de tristeza por aquel leal seguidor del Maestro . Estaba en su derecho de alentar la esperanza . Lo que él no podía saber es que esa esperanza había muerto mucho antes : en el huerto de Getsemaní....
Semioculto enla oscuridad del patio informé a Eliseo del curso de los acontecimientos , rogándole que me avisase poco antes del alba . En aquellos instantes eran las tres de la madrugada .
Volví al fuego . Pedro , encerrado en sus pensamientos , ni siquiera había advertido la llegada de José de Arimatea . Se había sentado detrás de los levitas , cubriendo su calvicie con el manto . Supongo que aquel gesto poco tenía que ver con el frío reinante y sí con su ardiente deseo de que nadie volviera a descubrirle y delatarle .
Los policías y sicarios del Sanedrín seguían dándole vueltas a las tradiciones y leyendas sobre los demonios . En la residencia de Anás , todo parecía tranquilo . No observé movimiento alguno ni señal de violencia o agitación . Y supuse - erróneamente - que el interrogatorio del ex sumo sacerdote se desarrollaba sin incidentes ....
Devía de llevar algo más de media hora sentado muy cerca de Pedro cuando se aproximó al corrillo una segunda mujer . Era más joven y , por la indumentaria , deduje que se trataba de otra sirvienta . Se colocó junto a la portera y ésta , al verla , se inclinó sobre su oído izquierdo , musitándole algo , al tiempo que señalaba a Pedro con la mano .
La recién llegada forzó la vista . Pero por la forma de entornar los ojos , supuse que era miope . Entonces dio unos pasos , rodeando a los congregados al amor de la lumbre . Y al llegar junto al apóstol retiró de un manotazo el ropón que ocultaba la cabeza de Simón , gritándole :
- ¿ No eres tú uno de los fieles de ese galileo ... ?
La inesperada exclamación de la hebrea asustó por un igual a los levitas y a Pedro . Y el discípulo, pálido como la cal , se levantó a trompicones , encarándose con la muchacha .
- ¡ No conozco a ese hombre ! gritó con más fuerza que su inquisidora - . ¡ Y tampoco soy uno de sus discípulos .....!
Autor
J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Semioculto enla oscuridad del patio informé a Eliseo del curso de los acontecimientos , rogándole que me avisase poco antes del alba . En aquellos instantes eran las tres de la madrugada .
Volví al fuego . Pedro , encerrado en sus pensamientos , ni siquiera había advertido la llegada de José de Arimatea . Se había sentado detrás de los levitas , cubriendo su calvicie con el manto . Supongo que aquel gesto poco tenía que ver con el frío reinante y sí con su ardiente deseo de que nadie volviera a descubrirle y delatarle .
Los policías y sicarios del Sanedrín seguían dándole vueltas a las tradiciones y leyendas sobre los demonios . En la residencia de Anás , todo parecía tranquilo . No observé movimiento alguno ni señal de violencia o agitación . Y supuse - erróneamente - que el interrogatorio del ex sumo sacerdote se desarrollaba sin incidentes ....
Devía de llevar algo más de media hora sentado muy cerca de Pedro cuando se aproximó al corrillo una segunda mujer . Era más joven y , por la indumentaria , deduje que se trataba de otra sirvienta . Se colocó junto a la portera y ésta , al verla , se inclinó sobre su oído izquierdo , musitándole algo , al tiempo que señalaba a Pedro con la mano .
La recién llegada forzó la vista . Pero por la forma de entornar los ojos , supuse que era miope . Entonces dio unos pasos , rodeando a los congregados al amor de la lumbre . Y al llegar junto al apóstol retiró de un manotazo el ropón que ocultaba la cabeza de Simón , gritándole :
- ¿ No eres tú uno de los fieles de ese galileo ... ?
La inesperada exclamación de la hebrea asustó por un igual a los levitas y a Pedro . Y el discípulo, pálido como la cal , se levantó a trompicones , encarándose con la muchacha .
- ¡ No conozco a ese hombre ! gritó con más fuerza que su inquisidora - . ¡ Y tampoco soy uno de sus discípulos .....!
Autor
J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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