Precisamente al conocer con exactitud lo sucedido aquella mañana en una de las camaras del Sanedrín , uno puede llegar a intuir que aquél fue , quizá , el momento más amargo y humillante de toda la pasión . Mucho más , por supuesto , que la flagelación o que la terrorífica escena del enclavamiento ... Entiendo que , para cualquier persona normal - y mucho más , lógicamente , si ese hombre << es >> la propia Divinidad -, los ultrajes y ataques a su dignidad pueden resultar más dolorosos que los golpes o torturas propiamente dichos . Y esto fue lo que aconteció , mientras los jueces deliberaban en el jardín central del edificio .
Sin dudarlo un instante me fui detras del soldado que custodiaba a Jesús , mientras Juan , muy afectado por aquella repulsiba deshonra de la persona de su Maestro , salía al exterior , tratando de respirar aire puro y de recuperarse física y emocionalmente .
Pero , a los pocos minutos , lo vi entrar en la sala donde los levitas habían conducido a Jesús . Nos encontrábamos en un cubículo de reducidas dimensiones , totalmente vacío , desnudo de muebles y sin ventilación alguna . Dos de los domésticos del Sanedrín sostenían sendas antorchas que , juntamente con tres pequeñas lucernas de aceite colgadas en los muros de ladrillo , iluminaban el rectángulo con una luz rojiza y fantasmagórica .
El Nazareno fue situado en el centro del húmedo y maloliente aposento , mientras los policías y criados del Templo - una docena , más o menos - tomaban posiciones , bien recostándose sobre las paredes o sentándose en el duro suelo .
Mi primera impresión , al comprobar el silencio y total indiferencia de aquellos individuos , fue relativamente tranquilizadora . Estaba claro que los sicarios de Caifás habían recibido órdenes de custodiar al reo y esperar la reanudación del proceso . Pero , cuando apenas habían transcurridos un par de minutos , uno de los levitas que habia acompañado al Consejo se asomó a la puerta , llamando por señas a uno de los que portaban una tea . Despues de un breve cuchicheo , el recién llegado desapareció y el de la antorcha dio unos pasos hacia sus compañeros de habitación , transmitiendoles la orden que , sin duda , acababa de traer aquel policía .
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Sin dudarlo un instante me fui detras del soldado que custodiaba a Jesús , mientras Juan , muy afectado por aquella repulsiba deshonra de la persona de su Maestro , salía al exterior , tratando de respirar aire puro y de recuperarse física y emocionalmente .
Pero , a los pocos minutos , lo vi entrar en la sala donde los levitas habían conducido a Jesús . Nos encontrábamos en un cubículo de reducidas dimensiones , totalmente vacío , desnudo de muebles y sin ventilación alguna . Dos de los domésticos del Sanedrín sostenían sendas antorchas que , juntamente con tres pequeñas lucernas de aceite colgadas en los muros de ladrillo , iluminaban el rectángulo con una luz rojiza y fantasmagórica .
El Nazareno fue situado en el centro del húmedo y maloliente aposento , mientras los policías y criados del Templo - una docena , más o menos - tomaban posiciones , bien recostándose sobre las paredes o sentándose en el duro suelo .
Mi primera impresión , al comprobar el silencio y total indiferencia de aquellos individuos , fue relativamente tranquilizadora . Estaba claro que los sicarios de Caifás habían recibido órdenes de custodiar al reo y esperar la reanudación del proceso . Pero , cuando apenas habían transcurridos un par de minutos , uno de los levitas que habia acompañado al Consejo se asomó a la puerta , llamando por señas a uno de los que portaban una tea . Despues de un breve cuchicheo , el recién llegado desapareció y el de la antorcha dio unos pasos hacia sus compañeros de habitación , transmitiendoles la orden que , sin duda , acababa de traer aquel policía .
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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