Cruzamos el oscuro salón en el que ondeaban las embreadas redes y , siguiendo los pasos de Santiago , desembocamos en un espacioso patio descubierto , pavimentado con blancas losas rectangulares sobre las que se extendían largos y estrechos paños de redes . Quedé impresionado . La << cadena de producción >> aparecía minuciosa e inteligentemente dibujada . En uno de los ángulos del recinto , en el suelo y sobre varios cobertizos , se apilaban los mazos de lino , libres de hojas y semillas . Al cabo de algunos días , una vez secadas al sol , las plantas eran empozadas en grandes cubetas de metal y sometidas al imprescindible proceso de estirado o maceración . Las cisternas , apuntaladas a medio metro del piso , eran caldeadas con leña , hasta que el agua sobrepasaba el punto de ebullición ( aproximadamente 120 o 125 grados centígrados ) . Esta técnica , más eficaz que el enriado << al rocio o al agua corriente , llevaba el complemento de una disolución a base de sosa y orínes humanos o de caballerías , ricos en urea . La industriosa << plantilla >> sometía después el lino a las operaciones de agramado y espadado , golpeándolo con mazos y espadillas y separando los haces fibrosos de la corteza y demás porciones leñosas . Concluido el espadillado , las fibras entraban en el definitivo proceso de hilatura . La existencia de materías pécticas en los filamentos autorizaba a las tejedoras al sistema de << hilado húmedo >> , con el consiguiente ahorro de tiempo . Salvo el enríado , el resto de las operaciones corría a cargo de las mujeres .
Una vez que los finos hilos una vez que los finos hilos se hallaban trenzados y dispuestos entraban en acción las habilidosas << rederas >> . Sentadas a uno y otro lado del patio m en animada cháchara o al ritmo de canciones inspiradas en los Salmos , cosían las mallas con el socorro de cuerdas de fibra de palmera y agujas de doble punta , muy parecidas a las usadas hoy en los puertos del Maditerráneo . Más que tejer y entrelazar , aquellos instrumentos de hueso y madera de diez a treinta centímetros , teñidos en rojo o amarillo , danzaban y volaban en las manos de las galileas .
Como pájaros cautivos revoloteaban sobre el lino blanco pajizo , alumbrando en cuatro o cinco jornadas las sólidas e impecables redes de << trenzado >> , de << barredera >> o de los << ambatanes >> que , una vez entintados , partirían hacia la costa y las flotas pesqueras del yam. ¿ Quién lo hubiera imaginado ? La nazaret agrícola y carpintera se enorgullecía también de su prestigiosa industria redera ..
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Una vez que los finos hilos una vez que los finos hilos se hallaban trenzados y dispuestos entraban en acción las habilidosas << rederas >> . Sentadas a uno y otro lado del patio m en animada cháchara o al ritmo de canciones inspiradas en los Salmos , cosían las mallas con el socorro de cuerdas de fibra de palmera y agujas de doble punta , muy parecidas a las usadas hoy en los puertos del Maditerráneo . Más que tejer y entrelazar , aquellos instrumentos de hueso y madera de diez a treinta centímetros , teñidos en rojo o amarillo , danzaban y volaban en las manos de las galileas .
Como pájaros cautivos revoloteaban sobre el lino blanco pajizo , alumbrando en cuatro o cinco jornadas las sólidas e impecables redes de << trenzado >> , de << barredera >> o de los << ambatanes >> que , una vez entintados , partirían hacia la costa y las flotas pesqueras del yam. ¿ Quién lo hubiera imaginado ? La nazaret agrícola y carpintera se enorgullecía también de su prestigiosa industria redera ..
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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