sábado, 5 de marzo de 2016

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - tomo 4 - El Diario , 26 de abril , miércoles ( 41 )

Pero sigamos el hilo de losm acontecimientos .
Santiago , convencido de que la búsqueda  - al menos por el momento - tocaba a su fin , imitó a su cuñado . Se descalzó y solicitó alivio de las frescas aguas . Y durante un tiempo , paseando los doloridos pies por la piscina  , permaneció ensimismado , reflexionando quizá sobre la nada tranquilizadora suerte del discípulo . Aunque en el camino de vuelta a la aldea había manifestado su propósito de prolongar el rastreo por la ruta  que llevaba a Caná , el infecundo trabajo de aquella mañana  y el comprensible desánimo de su hermano político terminaron por desarbolarle , renunciando momentáneamente .
Y en ello estábamos  cuando muy próxima la << nona >> ( las 15 horas ) , el griterío y la algazara de las mujeres naufragaron en las revueltas aguas . Y con prisas , refunfuñando y renegando , cargaron las vasijas , desalojando el mentidero . Sentado junto a Jacobo , de espaldas al camino que llevaba al puentecillo de piedra , trasladé mi interrogación a Santiago ,  que seguía chapoteando arriba y abajo . Un gesto de su cabeza , señalando el mencionado sendero , explicó el repentino y unánime abandono de la fuente . Al volverme comprendí . Una mujer se acercaba al manantial . Una mujer maldita  , procedía de la posada y cargaba  sobre su cabeza un ánfora  de medianas dimensiones . Al contrario de las galileas , mis acompañantes no se movieron . Y la providencial Débora , tocada con una peluca  de un amarillo rabioso - prenda obligada  a toda meretriz que abandonase el lupanar y que servía para diferenciarlas de las doncellas , viudas y casadas supuestamente respetables - siguió caminando hacia nosotros . Al distinguir a los tres hombres dudó unos instantes . Me puse en pie y , al reconocerme , pareció animarse . Y sin pronunciar palabra  , con los ojos bajos , penetró en el estanque  , depositando la cántara  al pie del rumoroso chorro . Santiago salió del agua  y procedió a calzarse las sandalias . Y quien esto escribe , comprobando las dificultades de la mujer para izar el ánfora  hasta el lienzo plegado sobre su coronilla y que debía amortiguar la pesada carga  , se apresuró a simplificar el trabajo . Una vez asentada sobre su cabeza , la << burrita >> , lanzando una esquiva y recelosa mirada  a los galileos , me agradeció el gesto con una sonrisa .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez


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