Frente a los << papilio >> ( nombre que le daban a estas tiendas por la semejanza de sus cortinas , recogidas en la `puerta de entrada , con las alas de mariposa ), el ejercito romano había plantado media docena de postesn de algo más de metro y medio dem altura . Todos ellosm cargados de muescas , consecuencia de los mandobles que llovían sobre los citados troncos en los entrenamientos . Algunas de las espadas y lanzas , con un peso que doblaba el de los pilum y gladius normales , se hallaban clavadas en la arena . Los escudos y cascos reposaban apoyados sobre aquéllas.
Varios cientos de soldados -todos ellos libres de servicio a juzgar por su indumentaria - se habían ido congregando en la explanada , formando corrillos y cambiando impresiones en voz baja .
Al ver a Civilis , los soldados se apresuraron a abrirle paso , adoptando un respetuoso silencio .
El jefe de los centuriones se detuvo frente a los postes de entrenamiento , saludando al tribuno y a los centuriones allí reunidos . El primero , mucho más joven que Civilis y que el resto de oficiales , constituía un mando intermedio , responsable , más que del mando táctico de la legión ( que era postetad del jefe de los centuriones ) , de la jefatura del régimen interior de la misma . En aquella época , sin embargo , su importancia había decrecido notablemente . Una de sus funciones , precisamente , era la de iniciar la ejecución de una pena capital . Su vestimenta era prácticamente lamisma que la de los centuriones , si bien su toga o capa era violácea y , generalmente , no portaba armas .
Los oficiales sostuvieron un brevísimo consejo y , acto seguido , una de ellos dio la orden para que el reo fuera conducido a la arena . De pronto los mercenarios comenzaron a arremolinarse alrededor de otros soldados que acababan de entrar en el campo de adiestramiento . Cada uno cargaba sobre sus brazos un buen número de palos de un metro de longitud . Entre empujones , protestas y todo tipo de imprecaciones , medio centenar de romanos se hizo al fin con los bastones . Y el silencio cayó de nuevo sobre aquella masa de energúmenos .
Autor :J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Varios cientos de soldados -todos ellos libres de servicio a juzgar por su indumentaria - se habían ido congregando en la explanada , formando corrillos y cambiando impresiones en voz baja .
Al ver a Civilis , los soldados se apresuraron a abrirle paso , adoptando un respetuoso silencio .
El jefe de los centuriones se detuvo frente a los postes de entrenamiento , saludando al tribuno y a los centuriones allí reunidos . El primero , mucho más joven que Civilis y que el resto de oficiales , constituía un mando intermedio , responsable , más que del mando táctico de la legión ( que era postetad del jefe de los centuriones ) , de la jefatura del régimen interior de la misma . En aquella época , sin embargo , su importancia había decrecido notablemente . Una de sus funciones , precisamente , era la de iniciar la ejecución de una pena capital . Su vestimenta era prácticamente lamisma que la de los centuriones , si bien su toga o capa era violácea y , generalmente , no portaba armas .
Los oficiales sostuvieron un brevísimo consejo y , acto seguido , una de ellos dio la orden para que el reo fuera conducido a la arena . De pronto los mercenarios comenzaron a arremolinarse alrededor de otros soldados que acababan de entrar en el campo de adiestramiento . Cada uno cargaba sobre sus brazos un buen número de palos de un metro de longitud . Entre empujones , protestas y todo tipo de imprecaciones , medio centenar de romanos se hizo al fin con los bastones . Y el silencio cayó de nuevo sobre aquella masa de energúmenos .
Autor :J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
No hay comentarios:
Publicar un comentario
puede comentar todas las personas que lo deseen , con educación y respeto