El centurión hizo entonces una señal con su mano , indicándonos que le siguiéramos .
Salimos del túnel abovedado y nos encontramos en un espacioso patio cuadrangular - a cielo abierto - de unos cincuenta metros de lado y pavimentado con losas de caliza dura de un metro cuadrado cada una . Un sinfín de puertas , coronadas por dinteles de madera - formando arcos de medio punto - se alineaban en los laterales , bajo otros tantos pórticos sustentados por columnatas . Aquella fortaleza , como pude verificar conforme fui adentrándome en ella , había sido edificada con todo esmero .
Por aquel gran patio al que desembocaban los dormitorios , las caballerizas y algunos almacenes , iban y venían numerosos soldados . Muchos de ellos - libres de servicio - vestían tan sólo la corta túnica granate de lana , ceñida por un cinturón muy liviano .
El centurión que nos guiaba cruzó por el centro del patio , rodeando una fuente circular sobre cuyo centro se erigía una hermosa representación , también en piedra y a tamaño natural , de la diosa Roma . La estatua vestía una túnica con múltiples pliegues , dejando al descubierto el pecho derecho de la diosa . En la diestra sujetaba una lanza y sobre la mano izquierda sostenía una esfera de la que brotaba un chorro de agua . Ésta iba almacenándose en el estanque circular que constituía la parte baja de la fuente . Varios soldados de la caballería romana se hallaban lavando y cepillando media docena de caballos . A diferencia de los infantes , los jinetes vestían una chaquetilla morada de manga larga y un pantalón rojo , muy ajustado , que se prolongaba hasta la espinilla .
Al contrario de lo que ocurre , por ejemplo , con nuestros ejércitos occidentales , ninguno de aquellos soldados se cuadró o saludó al paso del centurión . Éste siempre , con su << uitis >> o vara de sarmiento en su mano derecha y recogiéndose la holgada toga o capa de color púrpura sobre el brazo izquierdo , proseguía su camino hacia el fondo del patio.
A derecha e izquierda , y especialmente bajo los pórticos , otros infantes atendían a la limpieza de sus armas o sandalias . En una de las esquinas , un concurrido grupo de soldados formaban corro en torno a algo que ocurría sobre el pavimento . A pesar de mi curiosidad , no pude aproximarme . El oficial , que no volvió la cabeza ni una sola vez , seguía a buen paso hacia las escalinatas que se divisaban ya en la zona este del patio.
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Salimos del túnel abovedado y nos encontramos en un espacioso patio cuadrangular - a cielo abierto - de unos cincuenta metros de lado y pavimentado con losas de caliza dura de un metro cuadrado cada una . Un sinfín de puertas , coronadas por dinteles de madera - formando arcos de medio punto - se alineaban en los laterales , bajo otros tantos pórticos sustentados por columnatas . Aquella fortaleza , como pude verificar conforme fui adentrándome en ella , había sido edificada con todo esmero .
Por aquel gran patio al que desembocaban los dormitorios , las caballerizas y algunos almacenes , iban y venían numerosos soldados . Muchos de ellos - libres de servicio - vestían tan sólo la corta túnica granate de lana , ceñida por un cinturón muy liviano .
El centurión que nos guiaba cruzó por el centro del patio , rodeando una fuente circular sobre cuyo centro se erigía una hermosa representación , también en piedra y a tamaño natural , de la diosa Roma . La estatua vestía una túnica con múltiples pliegues , dejando al descubierto el pecho derecho de la diosa . En la diestra sujetaba una lanza y sobre la mano izquierda sostenía una esfera de la que brotaba un chorro de agua . Ésta iba almacenándose en el estanque circular que constituía la parte baja de la fuente . Varios soldados de la caballería romana se hallaban lavando y cepillando media docena de caballos . A diferencia de los infantes , los jinetes vestían una chaquetilla morada de manga larga y un pantalón rojo , muy ajustado , que se prolongaba hasta la espinilla .
Al contrario de lo que ocurre , por ejemplo , con nuestros ejércitos occidentales , ninguno de aquellos soldados se cuadró o saludó al paso del centurión . Éste siempre , con su << uitis >> o vara de sarmiento en su mano derecha y recogiéndose la holgada toga o capa de color púrpura sobre el brazo izquierdo , proseguía su camino hacia el fondo del patio.
A derecha e izquierda , y especialmente bajo los pórticos , otros infantes atendían a la limpieza de sus armas o sandalias . En una de las esquinas , un concurrido grupo de soldados formaban corro en torno a algo que ocurría sobre el pavimento . A pesar de mi curiosidad , no pude aproximarme . El oficial , que no volvió la cabeza ni una sola vez , seguía a buen paso hacia las escalinatas que se divisaban ya en la zona este del patio.
Autor : J.J.Benitez
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