Mientras Jesús terminaba de calzarse las sandalias con cintas de cuero , Felipe , Andres y otros discípulos comenzaron a salir de la tienda . En ese instante vi aparecer en el campamento al pequeño Juan Marcos , cargando una cesta . Sin mediar palabra se la entregó a una de las mujeres , sentandose después junto a la hoguera . Sus ojos no perdieron ya de vista a Jesús .
Algunos de los apóstoles imitaron al Maestro y , tras las abluciones , ocuparon también un lugar alrededor de las llamas , dispuestos a desayunar .
Las mujeres comenzaron a distribuir leche caliente . Una de ellas retiró que cubría la cesta de Juan Marcos y , con vivas muestras de alegría , enseñó a los discípulos dos enormes hogazas de pan . Felipe se hizo cargo de ellas y , tras cortarlas en rebanadas , fue repartiendolas . Yo aproveché aquellos momentos para aproximarme al lebrillo donde se había aseado el Señor y sus hombres y examiné la pastilla cuadrangular de jabón . Al olerlo percibí de inmediato un gratisimo perfume a romero . Una de las mujeres , al verme tan ensimismado con el jabón , se adelantó hasta donde yo estaba y , soltando una carcajada , me advirtió :
- Jasón , eso no se come ....
La buena mujer no tuvo inconveniente en detallarme cómo confeccionaban aquel jabón . Cuando no tenian a mano sebo , utilizaban tuétano de vaca . Una vez fundido en agua caliente lo mezclaban con aceite , añadiéndole esencia de romero - como en este caso - o diferentes perfumes , tales como tomillo , azahar , o zumo de limones . Después , todo era cuestión de verter el líquido en unos rudimentarios moldes de madera o de hierro y esperar . Cuando el grupo tenía tiempo y dinero , las mujeres preferían perfumar el jabón con láudano . Algunos pastores se dedicaban a su venta . Al parecer , les resultaba bastante fácil de obtener : bastaba con que tuvieran paciencia para peinar las barbas de las cabras que pastaban en los jarales . La resina en cuestión impregnaba los mechones de pelo de los animales y los pastores , como digo , sólo tenían que retirarla .
Atento a las explicaciones no caí en la cuenta de que alguien se hallaba a mi espalda . Al volverme recubí una nueva sorpresa . Era Jesús . Traía un humeante cuenco de leche en su mano izquierda y una rebanada de pan en la derecha . Al ver mi cara de asombro , sonrió maliciosamente , haciéndome un nuevo guiño e invitándome a que aceptara la colación . Al tomar el pan y el recipiente , mis dedos rozaron su piel y noté alarmado cómo mi corazón multiplicaba su bombeo . ¡ Qué difícil era conservar la objetividad ante aquel extraordinario ejemplar humano ....!
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Algunos de los apóstoles imitaron al Maestro y , tras las abluciones , ocuparon también un lugar alrededor de las llamas , dispuestos a desayunar .
Las mujeres comenzaron a distribuir leche caliente . Una de ellas retiró que cubría la cesta de Juan Marcos y , con vivas muestras de alegría , enseñó a los discípulos dos enormes hogazas de pan . Felipe se hizo cargo de ellas y , tras cortarlas en rebanadas , fue repartiendolas . Yo aproveché aquellos momentos para aproximarme al lebrillo donde se había aseado el Señor y sus hombres y examiné la pastilla cuadrangular de jabón . Al olerlo percibí de inmediato un gratisimo perfume a romero . Una de las mujeres , al verme tan ensimismado con el jabón , se adelantó hasta donde yo estaba y , soltando una carcajada , me advirtió :
- Jasón , eso no se come ....
La buena mujer no tuvo inconveniente en detallarme cómo confeccionaban aquel jabón . Cuando no tenian a mano sebo , utilizaban tuétano de vaca . Una vez fundido en agua caliente lo mezclaban con aceite , añadiéndole esencia de romero - como en este caso - o diferentes perfumes , tales como tomillo , azahar , o zumo de limones . Después , todo era cuestión de verter el líquido en unos rudimentarios moldes de madera o de hierro y esperar . Cuando el grupo tenía tiempo y dinero , las mujeres preferían perfumar el jabón con láudano . Algunos pastores se dedicaban a su venta . Al parecer , les resultaba bastante fácil de obtener : bastaba con que tuvieran paciencia para peinar las barbas de las cabras que pastaban en los jarales . La resina en cuestión impregnaba los mechones de pelo de los animales y los pastores , como digo , sólo tenían que retirarla .
Atento a las explicaciones no caí en la cuenta de que alguien se hallaba a mi espalda . Al volverme recubí una nueva sorpresa . Era Jesús . Traía un humeante cuenco de leche en su mano izquierda y una rebanada de pan en la derecha . Al ver mi cara de asombro , sonrió maliciosamente , haciéndome un nuevo guiño e invitándome a que aceptara la colación . Al tomar el pan y el recipiente , mis dedos rozaron su piel y noté alarmado cómo mi corazón multiplicaba su bombeo . ¡ Qué difícil era conservar la objetividad ante aquel extraordinario ejemplar humano ....!
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
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