Despues del obligado ritual , Poncio me sugirió que no calzara mis sandalias . Él y el centurión habían hecho otro tanto . Al principio no comprendí , pero Pilato , sonriendo y señalando el entarimado del piso , aclaró el porqué de aquella sugerencia :
- Así tendras la oportunidad de experimentar por ti mismo las excelencias de mi sistema subterráneo de calefacción , que tanto te preocupa ....
Al posar mis pies sobre la madera de ciprés empecé a sentir , en efecto , un calor muy sutil y reconfortante . Sinceramente , quedé maravillado . El circuito de agua caliente que discurría bajo el piso transmitía al suelo la suficiente energía calorífica como para templar la estancia , sin necesidad de chimeneas o incómodas estufas .
Naturalmente , y conociendo un poco la especial psicología de mi anfitrión , no dudé en hacer grandes elogios de aquel << revolucionario >> e ingenioso artilugio , prometiendole hablar de ello a cuantos dignatarios y cortesanos tuviera la oportunidad de conocer .
Y mientras los esclavos iban situando sobre la mesa las diferentes viandas , yo aproveché aquellos primeros instantes del almuerzo para - tal y como tenían por costumbre los ciudadanos romanos - obsequiar a Pilato y a Civilis con sendas pequeñas esmeraldas , obtenidas por Caballo de Troya de las minas de Muzo . El proyecto , como ya espuse en su momento , había planeado simplificar mi acceso hasta el gobernador romano , mediante este regalo . En principio , la misión me había hecho entrega de dos únicas piedras de << fulgor verde >> - como las definió Plinio - que deberían ser obsequiadas a Pilato . Pero , sospechando que mi libertad de movimientos en la jornada del viernes por la Torre Antonia se vería muy condicionada por la voluntad del jefe de los centuriones , decidí sobre la marcha ganarme igualmente su aprecio . Y nada mejor que hacerle entrega de una de aquellas bellisimas esmeraldas , las piedras más cotizadas por el mundo romano después de los diamantes y las perlas.
Autor J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
- Así tendras la oportunidad de experimentar por ti mismo las excelencias de mi sistema subterráneo de calefacción , que tanto te preocupa ....
Al posar mis pies sobre la madera de ciprés empecé a sentir , en efecto , un calor muy sutil y reconfortante . Sinceramente , quedé maravillado . El circuito de agua caliente que discurría bajo el piso transmitía al suelo la suficiente energía calorífica como para templar la estancia , sin necesidad de chimeneas o incómodas estufas .
Naturalmente , y conociendo un poco la especial psicología de mi anfitrión , no dudé en hacer grandes elogios de aquel << revolucionario >> e ingenioso artilugio , prometiendole hablar de ello a cuantos dignatarios y cortesanos tuviera la oportunidad de conocer .
Y mientras los esclavos iban situando sobre la mesa las diferentes viandas , yo aproveché aquellos primeros instantes del almuerzo para - tal y como tenían por costumbre los ciudadanos romanos - obsequiar a Pilato y a Civilis con sendas pequeñas esmeraldas , obtenidas por Caballo de Troya de las minas de Muzo . El proyecto , como ya espuse en su momento , había planeado simplificar mi acceso hasta el gobernador romano , mediante este regalo . En principio , la misión me había hecho entrega de dos únicas piedras de << fulgor verde >> - como las definió Plinio - que deberían ser obsequiadas a Pilato . Pero , sospechando que mi libertad de movimientos en la jornada del viernes por la Torre Antonia se vería muy condicionada por la voluntad del jefe de los centuriones , decidí sobre la marcha ganarme igualmente su aprecio . Y nada mejor que hacerle entrega de una de aquellas bellisimas esmeraldas , las piedras más cotizadas por el mundo romano después de los diamantes y las perlas.
Autor J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
No hay comentarios:
Publicar un comentario
puede comentar todas las personas que lo deseen , con educación y respeto