Antes de abandonar aquel recinto me llamó la atención otra escena . A nuestra derecha , e inmovil sobre el enlosado, uno de los romanos cargaba sobre su nuca y hombros un pesado saco . La carga le obligaba al soldado a mantener el tronco y la cabeza ligeramente inclinados hacia el suelo . Junto a él , otro soldado - con su vestimenta y armas reglamentarias - no perdía de vista al compañero . A mi regreso de la entrevista con el gobernador romano iba a tener cumplida explicación de todo aquello ....
Nada más pisar la pulida escalinata de mármol blanco , que arrancaba del filo mismo del patio , intuí que nos adentrábamos en la parte noble del edificio . Aquellas escaleras - de escasa pendiente - nos situaron enn una especie de vestíbulo rectangular , todo él revestido de finísimos mármoles que - a juzgar por los sutiles veteados grises y azulados - debían haber sido importados por Herodes el Grande desde Chipre y Carrara .
Frente a la escalinata que conducía a aquella primera planta de la torre Antonia se habría una puerta doble de casi cinco metros de anchura , primorosamente labrada con palmeras , flores y querubines de entalladura . Allí se veía , una vez más , la mano de los artesanos y constructores fenicios que , posiblemente , se encargaron de la construcción de la fortaleza .
A ambos lados de la puerta montaban guardia sendos infantes , cruzando su pilum en forma de aspa . El centurión se dirigió a uno de ellos , advirtiéndole - supongo - que estábamos en la lista de las audiencias de Poncio Pilato . Segundos despues daba media vuelta , y tras levantar su brazo en señal de saludo , desapareció escalinatas abajo .
Evidentemente teníamos que esperar .
José se dirigió entonces a uno de los laterales del hall, sentándose en una de las sillas en forma de X , sin respaldo y con asiento de cuero , situada sobre una esponjosa alfombra babilónica . A su espalda , por dos espigadas y desnudas ventanas , entraba la claridad y la fría brisa del norte .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Nada más pisar la pulida escalinata de mármol blanco , que arrancaba del filo mismo del patio , intuí que nos adentrábamos en la parte noble del edificio . Aquellas escaleras - de escasa pendiente - nos situaron enn una especie de vestíbulo rectangular , todo él revestido de finísimos mármoles que - a juzgar por los sutiles veteados grises y azulados - debían haber sido importados por Herodes el Grande desde Chipre y Carrara .
Frente a la escalinata que conducía a aquella primera planta de la torre Antonia se habría una puerta doble de casi cinco metros de anchura , primorosamente labrada con palmeras , flores y querubines de entalladura . Allí se veía , una vez más , la mano de los artesanos y constructores fenicios que , posiblemente , se encargaron de la construcción de la fortaleza .
A ambos lados de la puerta montaban guardia sendos infantes , cruzando su pilum en forma de aspa . El centurión se dirigió a uno de ellos , advirtiéndole - supongo - que estábamos en la lista de las audiencias de Poncio Pilato . Segundos despues daba media vuelta , y tras levantar su brazo en señal de saludo , desapareció escalinatas abajo .
Evidentemente teníamos que esperar .
José se dirigió entonces a uno de los laterales del hall, sentándose en una de las sillas en forma de X , sin respaldo y con asiento de cuero , situada sobre una esponjosa alfombra babilónica . A su espalda , por dos espigadas y desnudas ventanas , entraba la claridad y la fría brisa del norte .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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