A través de aquella suave tela , mis manos fueron palpando su cuello , hombros y espalda . Aquel Galileo - tal y como se desprendía de una simple observación visual - era un ejemplar fornido . Los músculos de la parte posterior y superior del troco - en especial los trapecios - estaban muy desarrollados . Esta sensación de fortaleza - fruto sin duda , de un duro y continuado trabajo manual durante muchos años - se extendía igualmente a los músculos deltoides , en la zona de los hombros . Aquéllos y los también sólidos paquetes musculares que se distribuían a casa lado de la columna ( los grandes dorsales e infraespinosos ) me inclinaron a pensar que Jesús gozaba de una perfecta sincronización en la elevación y descenso de su caja torácica .
Los brazos , de acuerdo con la configuración y estimable volumen de los músculos de los hombros y parte superior y posterior del tronco , eran igualmente macizos . En mi opinión , sus bíceps braquiales eran especialmente gruesos y potentes . También los grandes pectorales ( lo que conocemos familiarmente como el pecho ) se hallaban fuertemente consolidados , como si el Galileo hubiera practicado la natación . Su capacidad respiratoria tenía que ser excelente .
Tanto la cintura como la parte inferior de la espalda aparecían sin un gramo de grasa . Y lo mismo apreciçé en la cara frontal del abdomen : la paredb muscular del gran recto era lisa , sin inicio alguno de tejido adiposo.
En cuanto a sus muslos y piernas , tanto los sartorios como los músculos aductores , bíceps crural , semitendinosos y gemelos surgieron al tacto firmes y duros como piedras . Aquellas extremidades inferiores , en mi opinión , hubieran sido la envidia de un corredor de la maratón...
Esta armónica y musculosa constitución - unida a la gran estatura del maestro - le convertian , sin ningún género de dudas , en un ejemplar especialmente atractivo . Era como si la naturaleza se hubiera esmerado muy especialmente a la hora de configurar a aquel hombre . A su evidente perfección natural había que añadir también aquellos cuatro últimos años de incansable actividad recorriendo todos los caminos de Israel , que le habían proporcionado una envidiable forma física.
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Los brazos , de acuerdo con la configuración y estimable volumen de los músculos de los hombros y parte superior y posterior del tronco , eran igualmente macizos . En mi opinión , sus bíceps braquiales eran especialmente gruesos y potentes . También los grandes pectorales ( lo que conocemos familiarmente como el pecho ) se hallaban fuertemente consolidados , como si el Galileo hubiera practicado la natación . Su capacidad respiratoria tenía que ser excelente .
Tanto la cintura como la parte inferior de la espalda aparecían sin un gramo de grasa . Y lo mismo apreciçé en la cara frontal del abdomen : la paredb muscular del gran recto era lisa , sin inicio alguno de tejido adiposo.
En cuanto a sus muslos y piernas , tanto los sartorios como los músculos aductores , bíceps crural , semitendinosos y gemelos surgieron al tacto firmes y duros como piedras . Aquellas extremidades inferiores , en mi opinión , hubieran sido la envidia de un corredor de la maratón...
Esta armónica y musculosa constitución - unida a la gran estatura del maestro - le convertian , sin ningún género de dudas , en un ejemplar especialmente atractivo . Era como si la naturaleza se hubiera esmerado muy especialmente a la hora de configurar a aquel hombre . A su evidente perfección natural había que añadir también aquellos cuatro últimos años de incansable actividad recorriendo todos los caminos de Israel , que le habían proporcionado una envidiable forma física.
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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