martes, 1 de marzo de 2016

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 4 - El Diario , 26 de abril , miércoles ( 26 )

La mujer le miró agradecida  . El verde hierba  de sus hojos había vuelto a empañarse .
- Enterraremos  tus queridas palomas aquí mismo , junto al río .
Dicho y hecho . Y Santiago , acompañado por uno de los alfareros , se perdió en la primera de las construcciones , habilitada como taller , almacén y horno . Y el resto de los hermanos  volvió a sus quehaceres . Frente al mencionado portalón , entre un estático y campanudo oleaje  de cacharros  de barro de mil formas  y tamaños , se hallaban emplazados dos tornos . Ambos , a orillas del torrente , eran alimentados  por una conducción de madera  - en forma de Y - Que arrancaba de una no menos  primitiva noria  de metro y medio de diámetro , anclada  en un remanso del arroyo . El empuje de la corriente , al menos en aquella época  , bastaba para mover y cargar la docena de arcaduces claveteada a la estructura de la rueda . Y mansamente , amaestrado , el líquido se derramaba  sobre las masas de arcilla depositadas en las tuedas superiores de los referidos tornos .
Aquel oficio , bendecido desde antuguo por Yavé , tenía algo de mágico y subyugante . No era de extrañar que jesús y su amigo Jacobo pasasen las horas muertas frente al anciano Natham , viendo girar las chorreantes pellas de barro . Y fascinado , imaginando los encendidos ojos de aquel Jesús niño , aguardé el regreso del galileo disfrutando del espectáculo , de aquellas hábiles manos  que acariciaban , herían , frenaban y moldeaban la masa en una invisible y perfecta coordinación con el impulso proporcionado al disco inferior . Los pies descalzos  , generalmente el izquierdo  , eran el << motor >> del torno  . Al empujar la rueda , manos , ojos , cuerpo y alma se hacían un todo , obrando el milagro de la belleza  . ¡ Cuán equivocados  están los que creen y proclaman que los israelitas no sobresalieron en el arte de la carámica ! La técnica  fue heredada de los sirios  pero , a partir del siglo X a. de C , la sensibilidad de sus formas destacó y se propagó como una fresca brisa . Para evitar que el barro quedara excesivamente pegajoso , en lugar de servirse de la arena , cuarzo o sílice  , aquellos artesanos  recurrían a la caliza pulverizada , cociendo después las piezas con sumo cuidado y a temperaturas inferiores a la habitualmente  exigidas para los preparados con sílice Su destreza aparecía sustentada en un minucioso conocimiento de las técnicas .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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