A medio centenar de metros de la senda que unía Nazaret con la capital de la baja Galilea la plantación de olivos quedó difinitivamente cortada , incapaz de congeniar con el blanco roqueo que gobernaba el estribo norte del monte .
Mi compañero , que podría haber caminado por aquellos parajes con los ojos vendados , siguió un angosto y liliputiense paso , desciándose hacia la izquierda , La maniobra me desconcertó . Los racimos de piedras no eran excesibamente ariscos ni elevados . Bastaba con trepar por ellos para ganar el camino principal en cuestión de minutos . Y al aproximarse a uno de los peñascos más sobresalientes , superior a los dos metros de altura , se volvió , indicándome con la mano izquierda extendida que me detuviera . Después , llevando el dedo índice a los labios me ordenó silencio . Ni me moví ni respiré . Y cautelosamente , procurando que sus sandalias apenas rozasen el suelo fue rodeando la peña hasta desaparecer de mi vista . Y aunque agucé los oídos , a excepción de los lejanos graznidos de los córvidos del bosque de durillos , no registre una sola indicación que me advirtiera lo que existía al otro lado del murallón . El noble ejercicio de la espera nunca fue mi fuerte . Así que , desobedeciendo a mi compañero , seguí sus pasos con idéntica o mayor prevención , eso sí , asomando la nariz por el perfil de la piedra . A diez metros , el terreno formaba un pequeño anfiteatro . Y al << descubrirlos >> en mitad del calvero el susto dobçó mis rodillas . Instintivamente me eché atrás , recostándome en la pared . ¿ Estaba soñando ? Cerré los ojos y al abrirlos comprendí que no . Nada habia cambiado . La << vara >> continuaba en mi mano derecha . El sol corría sin ganas hacia el oeste . La dureza de la roca era intuida bajo la << piel de serpiente >> . Entonces , esa << visión >> ...
Y tragando la escasa saliva que había sobrevivido al susto, el miedo y yo nos delizamos por segunda vez paralelos a la peña , en un vano intento de asegurarnos de que todo se debía a una alucinación.
Esta vez fue el corazón el que protestó . ¡ Uno de los fantasmas portaba una corta tea ! Evidentemente no estaba soñando .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Mi compañero , que podría haber caminado por aquellos parajes con los ojos vendados , siguió un angosto y liliputiense paso , desciándose hacia la izquierda , La maniobra me desconcertó . Los racimos de piedras no eran excesibamente ariscos ni elevados . Bastaba con trepar por ellos para ganar el camino principal en cuestión de minutos . Y al aproximarse a uno de los peñascos más sobresalientes , superior a los dos metros de altura , se volvió , indicándome con la mano izquierda extendida que me detuviera . Después , llevando el dedo índice a los labios me ordenó silencio . Ni me moví ni respiré . Y cautelosamente , procurando que sus sandalias apenas rozasen el suelo fue rodeando la peña hasta desaparecer de mi vista . Y aunque agucé los oídos , a excepción de los lejanos graznidos de los córvidos del bosque de durillos , no registre una sola indicación que me advirtiera lo que existía al otro lado del murallón . El noble ejercicio de la espera nunca fue mi fuerte . Así que , desobedeciendo a mi compañero , seguí sus pasos con idéntica o mayor prevención , eso sí , asomando la nariz por el perfil de la piedra . A diez metros , el terreno formaba un pequeño anfiteatro . Y al << descubrirlos >> en mitad del calvero el susto dobçó mis rodillas . Instintivamente me eché atrás , recostándome en la pared . ¿ Estaba soñando ? Cerré los ojos y al abrirlos comprendí que no . Nada habia cambiado . La << vara >> continuaba en mi mano derecha . El sol corría sin ganas hacia el oeste . La dureza de la roca era intuida bajo la << piel de serpiente >> . Entonces , esa << visión >> ...
Y tragando la escasa saliva que había sobrevivido al susto, el miedo y yo nos delizamos por segunda vez paralelos a la peña , en un vano intento de asegurarnos de que todo se debía a una alucinación.
Esta vez fue el corazón el que protestó . ¡ Uno de los fantasmas portaba una corta tea ! Evidentemente no estaba soñando .
Autor : J.J.Benitez
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Antonio Martinez
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