jueves, 3 de marzo de 2016

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 4 - El Diario , 26 de abril , miércoles ( 34 )

Ni buscándolo hubiera salido mejor  . Así que no tuve más remedio que agradecer la misteriosa desaparición del Zebedeo . Una ausencia , la verdad sea dicha  , que empezaba a inquietarme ...
Jacobo , desde el extremo norte del << portaaviones >> , reclamó mi atención . La búsqueda prosiguía .
Es casi seguro que , de no haberme aproximado al límite de la cima , << aquello >> hubiera pasado inavertido para quien esto escribe . Al encaminarme hacia mis amigos y sortear uno de los muñones calcáreos  , la vista , pendiente del atormentado terreno , fue a tropezar con una laja plana  y ligeramente inclinada  , repleta de inscripciones  . Eran nombres propios  cincelados  groseramente con algún material o instrumento punzante  . No había  duda . Las parcas frases parecían la obra de adolescentes  o jóvenes del lugar . Todas asociadas - << amorosamente - a varones y hembras :
<< Jonás y Miriam ... << El alfarero ama a la tejedora >> ... << Judá será de Ester >>... << José y la moabita >> ... << Goliat y Salomé >>...
Fascinado traté de hallar algún nombre familiar . En una de las esquinas , más deterirorada  que las treinta inscripciones restantes descubrí lo que interpreté como un juego del enamorado Jacobo :
<< Miriam , la más bella y su albañil . >>
No hubo tiempo para más . El << enamorado >> volvió a gritarme desde el bosquecillo . Era increible . Las formas del amor apenas si han cambiado en veinte siglos ...
Nada más penetrar en el claro oscuro del solitario ejército de durillos  , una escandalosa bandada de cornejas despegó de las copas . Y Jacobo , que me precedía , cruzó los dedos , murmurando con recelo :
- Esta necedad terminará mal ..
Santiago , algo distanciado , no escuchó al supersticioso cuñado . Tenía prisa . El caminillo rodaba entre los árboles , acusando los casi treinta grados de desnivel de aquel extremo del Nebi . El descenso fue practicado ayudándome con los resinosos  y acerados troncos , que hacían de anclaje  y parapeto . A ochenta o cien metros el bosque se agotó . Y el resto de la falda  norte apareció primorosamente roturado y colonizado de olivos . El sendero , aliviado , recobró una aceptable horizontabilidad , abriendo surco entre la roja arcilla . Abajo , lamiendo la falda , corría harinosa y polvorienta  la ruta hacia Séforis .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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