En este caso , mi franciscana prudencia me había jugado una mala pasada . Consulté la hora . No había tiempo de volver al hotel y salir despues hacia la sucursal de correos . Malhumorado , entré en las oficinas , dispuesto al menos a echar un vistazo .
Pregunté por la venta de sellos y , con la excusa de escribir algunas tarjetas postales , merodeé durante poco más de quince minutos por las inmensas y luminosas salas . En la primera planta , adosados en una pared de mármol negro , se alineaban ciento de pequeñas puertecitas metálicas , de unos 12 centímetros de lado , con su correspondiente número . Allí estaba mi objetivo.
Afortunadamente parami , el trasiego de ciudadanos era tal que el policía negro que vigilaba aquella primera lanta no se percató de mis movimientos . Antes de abandonar la sucursal hice una rápida inspección de los casilleros , deteniéndome unos segundos frente al número 21 . Por un momento tuve la sensación de que era blanco de decenas de miradas . El orificio de la cerradura parecía corresponder - por su reducido tamaño - al de una llave como la que yo guardaba ..
Al reemprender el camino hacia el hoten , ne di cuenta que las tarjetas postales seguían entre mis sudorosas manos . Ni Ana Benitez ,ni mis padres , ni Alberto Schommer, ni Raquel , ni Castillo , ni Gloria de Larrañaga llegaron a recibir jamás tales recuerdos .
Aquella tarde , en un último esfuerzo por relajarme , acudí al Museo del Espacio , en el paseo de Jefferson . A pesar de lo inminente , y aparentemente sencillo , de la fase final de la búsqueda de la información del mayor , las dudas se habían recrudecido . ¿ Y si estuviera equivocado ? ¿ Y si aquel apartado de correos no fuera lo que buscaba con tanto empeño ?
La verdad es que estaba llegando al límite de mis posibilidades . Aquéllas - estaba seguro - eran mis últimas horas en los Estados Unidos . Si no conseguía resolver el dilema , debería olvidarme del asunto durante mucho tiempo.
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Pregunté por la venta de sellos y , con la excusa de escribir algunas tarjetas postales , merodeé durante poco más de quince minutos por las inmensas y luminosas salas . En la primera planta , adosados en una pared de mármol negro , se alineaban ciento de pequeñas puertecitas metálicas , de unos 12 centímetros de lado , con su correspondiente número . Allí estaba mi objetivo.
Afortunadamente parami , el trasiego de ciudadanos era tal que el policía negro que vigilaba aquella primera lanta no se percató de mis movimientos . Antes de abandonar la sucursal hice una rápida inspección de los casilleros , deteniéndome unos segundos frente al número 21 . Por un momento tuve la sensación de que era blanco de decenas de miradas . El orificio de la cerradura parecía corresponder - por su reducido tamaño - al de una llave como la que yo guardaba ..
Al reemprender el camino hacia el hoten , ne di cuenta que las tarjetas postales seguían entre mis sudorosas manos . Ni Ana Benitez ,ni mis padres , ni Alberto Schommer, ni Raquel , ni Castillo , ni Gloria de Larrañaga llegaron a recibir jamás tales recuerdos .
Aquella tarde , en un último esfuerzo por relajarme , acudí al Museo del Espacio , en el paseo de Jefferson . A pesar de lo inminente , y aparentemente sencillo , de la fase final de la búsqueda de la información del mayor , las dudas se habían recrudecido . ¿ Y si estuviera equivocado ? ¿ Y si aquel apartado de correos no fuera lo que buscaba con tanto empeño ?
La verdad es que estaba llegando al límite de mis posibilidades . Aquéllas - estaba seguro - eran mis últimas horas en los Estados Unidos . Si no conseguía resolver el dilema , debería olvidarme del asunto durante mucho tiempo.
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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