Sonreí para mis adentros , recordando el texto evangélico donde se narra este suceso . No habría estado de más que los escritores sagrados hubieran hecho mención de aquella polémica entre los discípulos y que retrataba maravillosamente la fe ciega de uno y las lógicas dudas del resto . ( Cabe la posibilidad de que , con el paso de los años , ni Pedro ni Felipe desearan descubrir a la incipiente comunidad cristiana su flaqueza de espçíritu . Y es todo humano y comprensible .)
Los tres hombres siguieron enzarzados en aquella disputa , hasta que llegamos al umbral de la gran puerta de los Esenios , frente al valle del Hinnom. A aquellas horas de la tarde , el gentío que entraba y salía sin cesar de Jerusalén era lo suficiente grande como para desalentar a cualquiera que intentara localizar a u << hombre con un cántaro de agua >>
De pronto , en aquel confusotrasiego de gentes , Juan nos llamó la atención sobre un grupo de mujeres que salía de la ciudad . Dos de ellas cargaban sobre sus cabezas sendos cántaros . El resto - posiblemente lavanderas - mantenía sobre sus cráneos , con gran destreza , cestos de mimbre repletos de ropa .
Pero Pedro , cada vez más desalentado , hizo ver al joven discípulo que se trataba de mujeres y que , ademas , seguían una dirección opuesta a la que les había anunciado el rabí.
Al traspasar el arco de piedra de la gigatesca puerta , los tres apóstoles se detubieron frente a las primeras casas del barrio bajo . Y , durante algunos minutos , se dedicaron a inspeccionar a cuantos deambulaban por el lugar . No necesitaron mucho tiempo para descubrir , a la derecha del portalón de los Esenios , a un hombre que se hallaba sentado y con la espalda apoyada en la muralla . A su lado había una cántara de casi medio metro de alzada , de las usadas comúnmente para recoger el agua de las fuentes situadas delante de Jerusalén.
Los discípulos se miraron en silencio y Juan , sonriente y decidido , se adelantó hasta situarse a dos metros de aquel individuo . Felipe le siguió y Pedro , vacilante aún , terminó por unirse a sus amigos , negando sistemáticamente con la cabeza.
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Los tres hombres siguieron enzarzados en aquella disputa , hasta que llegamos al umbral de la gran puerta de los Esenios , frente al valle del Hinnom. A aquellas horas de la tarde , el gentío que entraba y salía sin cesar de Jerusalén era lo suficiente grande como para desalentar a cualquiera que intentara localizar a u << hombre con un cántaro de agua >>
De pronto , en aquel confusotrasiego de gentes , Juan nos llamó la atención sobre un grupo de mujeres que salía de la ciudad . Dos de ellas cargaban sobre sus cabezas sendos cántaros . El resto - posiblemente lavanderas - mantenía sobre sus cráneos , con gran destreza , cestos de mimbre repletos de ropa .
Pero Pedro , cada vez más desalentado , hizo ver al joven discípulo que se trataba de mujeres y que , ademas , seguían una dirección opuesta a la que les había anunciado el rabí.
Al traspasar el arco de piedra de la gigatesca puerta , los tres apóstoles se detubieron frente a las primeras casas del barrio bajo . Y , durante algunos minutos , se dedicaron a inspeccionar a cuantos deambulaban por el lugar . No necesitaron mucho tiempo para descubrir , a la derecha del portalón de los Esenios , a un hombre que se hallaba sentado y con la espalda apoyada en la muralla . A su lado había una cántara de casi medio metro de alzada , de las usadas comúnmente para recoger el agua de las fuentes situadas delante de Jerusalén.
Los discípulos se miraron en silencio y Juan , sonriente y decidido , se adelantó hasta situarse a dos metros de aquel individuo . Felipe le siguió y Pedro , vacilante aún , terminó por unirse a sus amigos , negando sistemáticamente con la cabeza.
Autor : J.J.benitez
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Antonio Martinez
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