<< Ahota , id todos a Galilea . Allí os apareceré muy pronto . >>
Así , con esta orden , concluyo la aparición número diez del Resucitado . Era el domingo , 16 de abril del año 30 de lo que hoy interpretamos como << nuestra era >>.
Y el Maestro , volviéndose hacia mí , me sonrió . Caminó despacio hasta la penumbra , despareciendo frente al muro por el que le habíamos visto surgir . Simplemente , se esfumó . Y yo , como una estatua , tan confuso y atónito como el resto , no supe qué hacer ni qué decir . Como mádico y como simple incredulo mortal , aquel << hombre >> - no tengo más remedio que refugiarme en los únicos y limitados conceptos que están a mi alcance -, muerto 219 horas antes , era el mayor desafío científico de la Historia . Su << presencia >> - aparentemente tan física y tangible como la nuestra - rebasaba toda posibilidad de comprensión racional. Lo reconozco humildemente : aquélla era la segunda vez que le veía y escuchaba y , aun así , me costaba aceptarlo . Más tarde , cuando la calma descendió sobre el hogar de la familia Marcos , Caí en la cuenta de algo que , a primera vista , parecía una contradicción . Desde mucho antes de consumar aquel segundo << salto >> en el tiempo , mi afán por volver a ver al Maestro había sido continuo . Le echaba de menos . Necesitaba sentirle . Oírle . Contemplarle . Era una sensación indomable . Sin querer , a pesar del rígido código moral de la Operación Caballo de Troya , las palabras , la mirada y el halo mágico de aquel Ser me tenían trastornado . Sin proponermelo , insisto , me había convertido en un silencioso seguidor de su obra y de su persona . Pues bien , aquella tarde , al reconocerle , el estupor pudo con la alegría . Inexplicablemente , mi corazón no vibró de júbilo ante el fugaz encuentro . Duarante los escasos cinco minutos que el Galileo permaneció en el canáculo , quien esto escribe no recuerda el menor espigonazo de intima satisfacción que , en buena lógica , yo debería haber experimentado . Quizá como digo , fuera el susto . O quién sabe si el impecable entrenamiento a que habámos sido sometidos . El caso es que , analizando los hechos , este paradójico comportamiento me sumió durante algún tiempo en una dolorosa zozobra . Pero vallamos a los acontecimientos , tal u como tuve ocasión de vivirlos y contemplarlos .
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Así , con esta orden , concluyo la aparición número diez del Resucitado . Era el domingo , 16 de abril del año 30 de lo que hoy interpretamos como << nuestra era >>.
Y el Maestro , volviéndose hacia mí , me sonrió . Caminó despacio hasta la penumbra , despareciendo frente al muro por el que le habíamos visto surgir . Simplemente , se esfumó . Y yo , como una estatua , tan confuso y atónito como el resto , no supe qué hacer ni qué decir . Como mádico y como simple incredulo mortal , aquel << hombre >> - no tengo más remedio que refugiarme en los únicos y limitados conceptos que están a mi alcance -, muerto 219 horas antes , era el mayor desafío científico de la Historia . Su << presencia >> - aparentemente tan física y tangible como la nuestra - rebasaba toda posibilidad de comprensión racional. Lo reconozco humildemente : aquélla era la segunda vez que le veía y escuchaba y , aun así , me costaba aceptarlo . Más tarde , cuando la calma descendió sobre el hogar de la familia Marcos , Caí en la cuenta de algo que , a primera vista , parecía una contradicción . Desde mucho antes de consumar aquel segundo << salto >> en el tiempo , mi afán por volver a ver al Maestro había sido continuo . Le echaba de menos . Necesitaba sentirle . Oírle . Contemplarle . Era una sensación indomable . Sin querer , a pesar del rígido código moral de la Operación Caballo de Troya , las palabras , la mirada y el halo mágico de aquel Ser me tenían trastornado . Sin proponermelo , insisto , me había convertido en un silencioso seguidor de su obra y de su persona . Pues bien , aquella tarde , al reconocerle , el estupor pudo con la alegría . Inexplicablemente , mi corazón no vibró de júbilo ante el fugaz encuentro . Duarante los escasos cinco minutos que el Galileo permaneció en el canáculo , quien esto escribe no recuerda el menor espigonazo de intima satisfacción que , en buena lógica , yo debería haber experimentado . Quizá como digo , fuera el susto . O quién sabe si el impecable entrenamiento a que habámos sido sometidos . El caso es que , analizando los hechos , este paradójico comportamiento me sumió durante algún tiempo en una dolorosa zozobra . Pero vallamos a los acontecimientos , tal u como tuve ocasión de vivirlos y contemplarlos .
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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