No lo dudé más . Esa misma mañana , navegando entre la esperanza y el desaliento , cancelé la cuenta , para acto seguido abandonar el hotel y la ciudad de Nazaret . Esta vez me decidí por el servicio de autobuses interurbanos . Mi economía no hubiera resistido el dispendio de un taxi o de un coche de alquiler .
Al medio día de aquel martes empujaba la puerta giratoria del número 39 de la calle Keren Hayesod en Jerusalén . Como siempre , el vestíbulo del hotel Moriahera un bullicioso punto de encuentro de turistas de los más remotos confines . Y , una vez más , al sortear la pléyade de parlanchines y eufóricos alemanes , japoneses , italianos y norteamericanos , me sentí solo y extraño . ¡ Qué ajenos eran mis objetivos a los de aquella humanidad !
David , el único recepcionista capaz de articular algunas frases en español , puso en mis manos varios mensajes , interesándose , curioso y solícito , por el golpe que aún campaba sobre mi frente . Agradecí el gesto , restando importancia al asunto . En cuanto a las llamadas telefónicas , todas procedían del Instituto de Relaciones Culturales . Las peripecias en Hazor habían borrado de mi mente las obligaciones contraídas con dicho organismo oficial judío . La situación me incomodó . Busqué una excusa que justificara mi silencio . No era fácil . ¿ Qué podía argumentar ? ¿ Cómo explicas satisfactoriamente el hematoma de mi rostro ? Aquel estricto y atosigante control empezaba a irritarme . Así que , haciendo caso omiso de los mencionados mensajes , me enfrasqué en la lectura de una de las guías turísticas de Jerusalén . Lo razonable era iniciar mis nuevas indagaciones por los más sobresalientes museos de la ciudad . Como segunda opción tenía a los expertos en numismática y , por último , a los diferentes departamentos de Arqueología y Antiguedades de la Universidad Hebrea y del Servicio de Conservación del Patrimonio Histórico del Gobierno de Israel . Lo arduo y laborioso de la tarea no me atemorizó . Estaba dispuesto a remover cielo y tierra con tal de encontrar el stater . Curiosamente , mi búsqueda finalizaría mucho antes de lo previsto.
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Al medio día de aquel martes empujaba la puerta giratoria del número 39 de la calle Keren Hayesod en Jerusalén . Como siempre , el vestíbulo del hotel Moriahera un bullicioso punto de encuentro de turistas de los más remotos confines . Y , una vez más , al sortear la pléyade de parlanchines y eufóricos alemanes , japoneses , italianos y norteamericanos , me sentí solo y extraño . ¡ Qué ajenos eran mis objetivos a los de aquella humanidad !
David , el único recepcionista capaz de articular algunas frases en español , puso en mis manos varios mensajes , interesándose , curioso y solícito , por el golpe que aún campaba sobre mi frente . Agradecí el gesto , restando importancia al asunto . En cuanto a las llamadas telefónicas , todas procedían del Instituto de Relaciones Culturales . Las peripecias en Hazor habían borrado de mi mente las obligaciones contraídas con dicho organismo oficial judío . La situación me incomodó . Busqué una excusa que justificara mi silencio . No era fácil . ¿ Qué podía argumentar ? ¿ Cómo explicas satisfactoriamente el hematoma de mi rostro ? Aquel estricto y atosigante control empezaba a irritarme . Así que , haciendo caso omiso de los mencionados mensajes , me enfrasqué en la lectura de una de las guías turísticas de Jerusalén . Lo razonable era iniciar mis nuevas indagaciones por los más sobresalientes museos de la ciudad . Como segunda opción tenía a los expertos en numismática y , por último , a los diferentes departamentos de Arqueología y Antiguedades de la Universidad Hebrea y del Servicio de Conservación del Patrimonio Histórico del Gobierno de Israel . Lo arduo y laborioso de la tarea no me atemorizó . Estaba dispuesto a remover cielo y tierra con tal de encontrar el stater . Curiosamente , mi búsqueda finalizaría mucho antes de lo previsto.
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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