El súbito impacto y la inesperada aparición del campanudo alabastro desató al aterrorizado gobernador . E histérico comenzó a aullar . Y en el intento de huida fue tal la fuerza que ejerció sobre el respaldo que el trono terminó vencido . Y se produjo el cataclismo . Poncio cayó de espaldas , naufragando bajo el mueble y perdiendo el postizo .
El centurión , pálido como la cera , acudió en auxilio del vociferanre gobernador , liberándolo del suplicio y del ridículo .
Y olvidando trono , peluquín y cuanto le rodeaba se precipitó hacia el ánfora , palpándola y acariciándola entre nerviosas y estridentes risitas.
Civilis , definitivamente entregado , siguió sus pasos , tanteando el recipiente con idéntica ansiedad.
Un instante después , tras husmear en el interior , un Poncio chillón y desequilibrado ordenaba al primipilus que comprobase la naturaleza del contenido.
El soldado torció el gesto y , de mala gana , desenvainando el puñal , lo introdujo en el barro , extrayendo una pequeña porción . Y mostrándolo al agrio gobernador le invitó a examinarlo .
Poncio acercó las temblorosas yemas de los dedos , pellizcando la húmeda arcilla . La trituró con suavidad y aproximándola a la nariz olfateó una y otravez . Y la insufrible risita castigó de nuevo la sala .
Finalmente , volcándose en el ánfora , removió el barro , embardunando las fofas mejillas . Y a saltitos , canturreando , comenzó a dar vueltas a nuestro alrededor .
Civilis , avergonzado , no se atrevió a mirarme . Creí adivinar sus pensamientos .
Aquél era el auténtico Poncio ...
No Filón , ni los evangelistas , acertaron . Yo mismo lo juzgué equivocadamente en los históricos momentos de la pasión de Jesús de Nazaret .
Cruel , sí . Despótico también . Cobarde o diplomático , no.
Aquel personaje , con sus bruscas oscilaciones , sin término medio entre la risa y las lágrimas , inmotivado , de ideas delirantes , sensual , amante de la buena mesa , con un enfermizo afan de poder y una desmedida ansia de lujo y dinero , era en realidad un enfermo . Un peligroso psicópata maniaco depresivo .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
El centurión , pálido como la cera , acudió en auxilio del vociferanre gobernador , liberándolo del suplicio y del ridículo .
Y olvidando trono , peluquín y cuanto le rodeaba se precipitó hacia el ánfora , palpándola y acariciándola entre nerviosas y estridentes risitas.
Civilis , definitivamente entregado , siguió sus pasos , tanteando el recipiente con idéntica ansiedad.
Un instante después , tras husmear en el interior , un Poncio chillón y desequilibrado ordenaba al primipilus que comprobase la naturaleza del contenido.
El soldado torció el gesto y , de mala gana , desenvainando el puñal , lo introdujo en el barro , extrayendo una pequeña porción . Y mostrándolo al agrio gobernador le invitó a examinarlo .
Poncio acercó las temblorosas yemas de los dedos , pellizcando la húmeda arcilla . La trituró con suavidad y aproximándola a la nariz olfateó una y otravez . Y la insufrible risita castigó de nuevo la sala .
Finalmente , volcándose en el ánfora , removió el barro , embardunando las fofas mejillas . Y a saltitos , canturreando , comenzó a dar vueltas a nuestro alrededor .
Civilis , avergonzado , no se atrevió a mirarme . Creí adivinar sus pensamientos .
Aquél era el auténtico Poncio ...
No Filón , ni los evangelistas , acertaron . Yo mismo lo juzgué equivocadamente en los históricos momentos de la pasión de Jesús de Nazaret .
Cruel , sí . Despótico también . Cobarde o diplomático , no.
Aquel personaje , con sus bruscas oscilaciones , sin término medio entre la risa y las lágrimas , inmotivado , de ideas delirantes , sensual , amante de la buena mesa , con un enfermizo afan de poder y una desmedida ansia de lujo y dinero , era en realidad un enfermo . Un peligroso psicópata maniaco depresivo .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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