sábado, 10 de octubre de 2015

Caballo de Troya - Tomo 3 - Las aventuras del autor para encontrar el Diario del Mayor - Israel ( 26 )

Atrapé el mechero entre los dientes  y , midiendo cada paso , probando palmo a palmo la integridad y resistencia  del tronco  al que me aferraba  , fui avanzando . La humedad . La humedad , conforme  me adentraba en el interior de la cisterna  , fue en aumento . Un moho negrusco envolvía la mayor parte  de la madera , deshaciendose entre mis dedos  y suelas . Tomé aliento y , al mirar hacia abajo , la mancha negra  de las aguas y el recuerdo de las burbujas me estremecieron . Si alguno de los tramos cedía  , mi situación podía ser comprometida . Espanté tan funestos presagios y , con los cinco sentidos en cada centímetro de madera , reanudé la marcha .
Todo fue relativamente bien hasta que , a cinco o seis metros de la orilla  , al sortear otro de los postes  , los viejos golpeteos  me helaron la sangre . Pegué la cara al madero y , conteniendo la respiración , escuché  . Los ruidos , ahora , eran continuos . Encadenados . Muy cercanos . Y percibí cómo todos los vellos  de mi cuerpo se erizaban a un tiempo . Tras unos segundos de indecisión , abrazado al poste con todas mis fuerzas , incliné la cabeza , buscando la charca . La oscuridad no me facilitó las cosas . No acertaba a comprender ...
De pronto , algo golpeó mi bolsa . Fue un impacto seco . Violento . Las piernas se me doblaron y una dolorosa lengua de fuego se propagó por mi vientre  . Clavé los dedos  en la madera , aterrorizado ante la << agresión >> y , sobre todo , ante la idea de perder el equilibrio y caer .
¡ Dios mío ! ¡ Algo se movía a mi espalda , pateando y arañando la bolsa de las cámaras ! Era peado y topaba  violentay anárquicamente contra mis riñones . El pánico bloqueó mi garganta . No podía volverme  . Ignoraba lo que se revolvía a mis espaldas y , aunque el instinto me ordenaba soltar una de las manos y defenderme  , la posibilidad de resbalar y precipitarme en las aguas fue más poderosa . En aquellos eternos segundos coté cómo el animal se asomaba al filo de la bolsa , desequilibrándome . Y ciego por el pánico , comencé a agitarme , balanceando el equipo a derecha e izquierda con histérica desesperación . En los primeros vaivenes , la << cosa >> debió de clavar sus garras en el cuero , resistiendo , imperturbable , las volentas oscilaciones .A la quinta o sexta convulsión , la bolasa recobró su peso habitual . El animal , sin duda , había saltado.
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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