Aquella reacción animal me salvó momentáneamente . Con un agrio sabor , sin poder controlar los temblores que me sacudían como un muñeco , me oriné de miedo . Nunca me había ocurrido . Lo confieso .
Con los ojos espantados aproximé la llama al palo horizonntal que descansaba a medio metro de mis erizados cabellos , profiriendo un desgarrador : << ¡ Fuera !... >>
El aullido , más que grito , y la proximidad del fuego surtieron efecto , y decenas de ratas que pululaban y se amontonaban en el entibado de la galería treparon y huyeron en todas direciones m empujaándose y cayendo a la ciénaga .
Era ratas grises . Muchas de ellas , enormes como gatosn , chorreantes y con sus repulsivos pelajes inhiestos como púas .
Entre escalofríosn fui dirigiendo la llamaradab arriban y abajo , a derecha e izquierda , tratando de averiguar el número de las que se retorcían y circulaban veloces por los postes cercanos . Imposible calcularlo . Quizá fueran más de un centenar.
Es curioso . El instinto de conservación tomó las riendas y , mientras agitaba mi amenazante btazo derecho , una atropellada secuencia de posibles soluciones desfiló por mi cerebro . Lo más sensato era retroceder y escapar de allí . En algunas ocasiones había leído algo sobre tales roedores y sabía de su voracidad , inteligencia y capacidad destructora . También es cierto que raramente atacan o se enfrentan a un enemigo superior . Pero ¿ cómo saber si aquella colonia reaccionaría así ? ¿ Y si estaban hambrientas ?
La enloquecida dispersión de los núcleos más próximos me tranquilizó a medias . Estaban tan aterrorizadas como yo , aunque no podía fiarme . Algunas , quizá las más viejas , fueron a refujiarse en lo más intricado del bosque de palos , desapareciendo en las tinieblas . Otras , en cambio , a prudencial distancia del fuego , se revolvían nerviosas , agitando sus peladas colas en el vacío y levantando los puntiagudos hocicos en actitud dudosa .
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Con los ojos espantados aproximé la llama al palo horizonntal que descansaba a medio metro de mis erizados cabellos , profiriendo un desgarrador : << ¡ Fuera !... >>
El aullido , más que grito , y la proximidad del fuego surtieron efecto , y decenas de ratas que pululaban y se amontonaban en el entibado de la galería treparon y huyeron en todas direciones m empujaándose y cayendo a la ciénaga .
Era ratas grises . Muchas de ellas , enormes como gatosn , chorreantes y con sus repulsivos pelajes inhiestos como púas .
Entre escalofríosn fui dirigiendo la llamaradab arriban y abajo , a derecha e izquierda , tratando de averiguar el número de las que se retorcían y circulaban veloces por los postes cercanos . Imposible calcularlo . Quizá fueran más de un centenar.
Es curioso . El instinto de conservación tomó las riendas y , mientras agitaba mi amenazante btazo derecho , una atropellada secuencia de posibles soluciones desfiló por mi cerebro . Lo más sensato era retroceder y escapar de allí . En algunas ocasiones había leído algo sobre tales roedores y sabía de su voracidad , inteligencia y capacidad destructora . También es cierto que raramente atacan o se enfrentan a un enemigo superior . Pero ¿ cómo saber si aquella colonia reaccionaría así ? ¿ Y si estaban hambrientas ?
La enloquecida dispersión de los núcleos más próximos me tranquilizó a medias . Estaban tan aterrorizadas como yo , aunque no podía fiarme . Algunas , quizá las más viejas , fueron a refujiarse en lo más intricado del bosque de palos , desapareciendo en las tinieblas . Otras , en cambio , a prudencial distancia del fuego , se revolvían nerviosas , agitando sus peladas colas en el vacío y levantando los puntiagudos hocicos en actitud dudosa .
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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