La plegaria no duró mucho . Los dígitos del reloj - marcando las 13,30 horas - me recordaron que debía regresar . Había perdido la noción y la medida del tiem`po . A lo lejos , en el vértice del triángulo aequeológico , un grupo de colegiales , alborozados y parlanchines , visitaba la ciudadela . Me estremecí ante la posibilidad de que los niños penetraran en la galería y cometieran la travesura de saltar la valla de madera . E irremediablemente , a la vista de los muchachos , mis pensamientos volaron junto a mis hijos .
El Mercedes se hallaba cerrado y solitario . Solimán , aburrido quizá por las cuatro horas y media de espera , había desaparecido . Más sereno , aproveché para poner en orden mis cosas . Me descalcé , examinando la bota izquierda con repugnancia . El material , en efecto , aparecía perforado en diferentes puntos . Me negué a recordar . Traté de escurrir la mitad inferior de los pantalones , pero , sin desprenderme de ellos , era casi imposible . El resto del equipo , excepción hecha del cuaderno << de campo >> , no parecía haber sufrido en demasía . Deposité el calzado y los calcetines en el techo del vehículo y , reclinando la espalda en uno de los muros , fui a sentarme en el caldeado suelo de Hazor . El hematoma de la frente empezaba a hacerse ostensible . Me contemple de abajo arriba y el viejo sentimiento de frustación vino a mezclarse con el asco .
Apestaba .
Sin proponérmelo , encarado al sol , caí en la tentación de analizar y justipreciar cuanto llevaba recorrido e investigado . El enigma continuaba virgen , distante y sellado . No había ganado un solo paso . Al contrario . Todo estaba consumado . Perdido . No me sentía con ganas de proseguir ¿ Para qué ? Hazor era un fracaso . Aquellos , sinceramente , fueron los minutos más decepcionantes de toda mi aventura en Israel .
Estaba decidido . Retornaria a Jerusalén y , sin más demora tomaría el primer vuelo a España . Me daba por vencido . Pero el destino , evidentemente , tenía otros planes .
- ¡ Hombre de Dios ! ¿ Dónde se había metido La gruesa voz del guía , a mis espaldas , me arrancó providencial, aunque sólo temporalmente , de la oscuridad de tales ideas .
Al volverme , Solimán frunció el entrecejo .
- ¿ Qué le ha pasado ?
Autor :J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
El Mercedes se hallaba cerrado y solitario . Solimán , aburrido quizá por las cuatro horas y media de espera , había desaparecido . Más sereno , aproveché para poner en orden mis cosas . Me descalcé , examinando la bota izquierda con repugnancia . El material , en efecto , aparecía perforado en diferentes puntos . Me negué a recordar . Traté de escurrir la mitad inferior de los pantalones , pero , sin desprenderme de ellos , era casi imposible . El resto del equipo , excepción hecha del cuaderno << de campo >> , no parecía haber sufrido en demasía . Deposité el calzado y los calcetines en el techo del vehículo y , reclinando la espalda en uno de los muros , fui a sentarme en el caldeado suelo de Hazor . El hematoma de la frente empezaba a hacerse ostensible . Me contemple de abajo arriba y el viejo sentimiento de frustación vino a mezclarse con el asco .
Apestaba .
Sin proponérmelo , encarado al sol , caí en la tentación de analizar y justipreciar cuanto llevaba recorrido e investigado . El enigma continuaba virgen , distante y sellado . No había ganado un solo paso . Al contrario . Todo estaba consumado . Perdido . No me sentía con ganas de proseguir ¿ Para qué ? Hazor era un fracaso . Aquellos , sinceramente , fueron los minutos más decepcionantes de toda mi aventura en Israel .
Estaba decidido . Retornaria a Jerusalén y , sin más demora tomaría el primer vuelo a España . Me daba por vencido . Pero el destino , evidentemente , tenía otros planes .
- ¡ Hombre de Dios ! ¿ Dónde se había metido La gruesa voz del guía , a mis espaldas , me arrancó providencial, aunque sólo temporalmente , de la oscuridad de tales ideas .
Al volverme , Solimán frunció el entrecejo .
- ¿ Qué le ha pasado ?
Autor :J.J.benitez
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