La rígida disciplina mantenía sijetas las buculae o carrilleras de bronce por debajo de la barbilla . Y siguiendo una vieja tradición - practicada generalmente en combate -, cada uno de los soldados lucía sobre la cimera un llamativo penacho , formado por tres plumas rojas de un codo de altura ( casi medio metro ) . La presencia de estos adornos obedecía fundamentalmente a una razón de orden psicológico . Aunque la talla mínima para ser reclutado en la en la legión ( al menos en las cohortes principales ) era de 1,72 metros , tanto en las batallas como en los servicios de vigilancia , aquellos cincuenta centímetros de más les proporcionaba un aspecto imponente , destinado a impresionar al enemigo . UN ancho cinturón de cuero , revestido con cabezas de clavos , completaba el atuendo . El inseparable gladius colgaba en el costado derecho . Uno de los centinelas presentaba , además , varias tiras de hierro que caían desde el centro del cinturón , protregiendo el bajo vientre . Las temibles caligas , por último , las sandalias de correas , con las suelas erizadas de clavos , me trajeron lejanos y dolorosos recuerdos . Y a corta distancia , formando << pirámide >> , los ovalados y grandes escudos .Y recostados en el muro , los pilum o picas de dos metros de longitud , con los fustes de hierro dulce y las puntas de acero .
Respiré con alivio . El joven soldado , de unos veinte años , probablemente de origen galo , percibió que se hallaba frente a un no judío . Y me habló en koiné.
Le expuse que deseaba entrevistarme con el jefe de la guarnición y , naturalmente , preguntó el motivo . Y adoptando un tono grave le hice ver que se trataba de un asunto confidencial y que sólo podía revelarlo al centurión que ostentaba el mando .
Los compañeros , intrigados , se unieron a la conversación . El que parecía más veterano , también galo , inspeccionándome de pies a cabeza , interrogó al primer centinela en una de aquellas impenetrables lenguas . Y temiendo que la situación se me fuera de las manos , interrumpí el oscuro parlamento , invocando el nombre del gobernador . La oportuna alusión surtió efecto . E insistí en mi amistad con Poncio . Dudaron . Pero finalmente , ante la firmeza y transpariencia de la mirada de aquel extranjero , optaron por no comprometerse . Y ordenaron que esperase .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Respiré con alivio . El joven soldado , de unos veinte años , probablemente de origen galo , percibió que se hallaba frente a un no judío . Y me habló en koiné.
Le expuse que deseaba entrevistarme con el jefe de la guarnición y , naturalmente , preguntó el motivo . Y adoptando un tono grave le hice ver que se trataba de un asunto confidencial y que sólo podía revelarlo al centurión que ostentaba el mando .
Los compañeros , intrigados , se unieron a la conversación . El que parecía más veterano , también galo , inspeccionándome de pies a cabeza , interrogó al primer centinela en una de aquellas impenetrables lenguas . Y temiendo que la situación se me fuera de las manos , interrumpí el oscuro parlamento , invocando el nombre del gobernador . La oportuna alusión surtió efecto . E insistí en mi amistad con Poncio . Dudaron . Pero finalmente , ante la firmeza y transpariencia de la mirada de aquel extranjero , optaron por no comprometerse . Y ordenaron que esperase .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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