Me volví hacia el sheikh y negué con la cabeza .
- Este niño - expresé rotundo - no tiene nada que ver con el que vi en el olivar . Es imposible . Tiene que haber un error ...
Sin darme cuenta , acerté en mi apreciación . Aquel niño no tenía nada que ver con el que habís examinado ... Pero no comprendí .
Y antes de que nadie acertara a pronunciarse , el niño abrió los labios y emitió unos sonidos guturales , confusos . Me volví y le vi sonreir . Los dientes tampoco apareci´m desordenados y con aquel brillo céreo y azulado que caracterizaba la dentadura de Ajasdarpan . Me reclamó y me aproximé , intrigado . Mantuvo la sonrisa . Alzó la mano izquierda y fue a repetir una escena que yo había contemplado el día anterior , cuando preguntéa Ajasdarpan si entendía el arameo . Llevó la mano izquierda , como digo , a la altura de la oreja y lo hizo muy lentamente . Sentí un escalofrío . Después , con idéntica lentitud , sin dejar de sonreir , tocó la oreja dos veces . Por último , muy despacio , dejó caer os dedos hacia los labios . Y negó con la cabeza .
¡ Oh , Dios ! ¡ Era él ! ¡ Era Ajasdarpan ! Pero ¿ cómo era posible ?
Si no recordaba mal , ese martes , 29 de enero , al ofrecerle mi escudilla de madera con el tagine y preguntarle si comprendía el arameo , allí , junto al pequeño , sólo se hallaba la mendiga más ebria , y , algo más atrás , los tres zagales que acompañaban a Ajasdarpan en la rebusca de la aceituna . Ni la mendiga ni los muchachos prestaron atención a la escena en la que Ajasdarpan me hizo saber que era sordo . Fue un << dialogo >> entre él y yo , exclusivamente . Nadie más fue testigo , que yo supiera .
Pero , entonces ...
Volví a examinarlo . Ajasdarpan me dejó hacer .
Ni rastro de las quemaduras ... Ni rastro de la osteogénesis ...
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
- Este niño - expresé rotundo - no tiene nada que ver con el que vi en el olivar . Es imposible . Tiene que haber un error ...
Sin darme cuenta , acerté en mi apreciación . Aquel niño no tenía nada que ver con el que habís examinado ... Pero no comprendí .
Y antes de que nadie acertara a pronunciarse , el niño abrió los labios y emitió unos sonidos guturales , confusos . Me volví y le vi sonreir . Los dientes tampoco apareci´m desordenados y con aquel brillo céreo y azulado que caracterizaba la dentadura de Ajasdarpan . Me reclamó y me aproximé , intrigado . Mantuvo la sonrisa . Alzó la mano izquierda y fue a repetir una escena que yo había contemplado el día anterior , cuando preguntéa Ajasdarpan si entendía el arameo . Llevó la mano izquierda , como digo , a la altura de la oreja y lo hizo muy lentamente . Sentí un escalofrío . Después , con idéntica lentitud , sin dejar de sonreir , tocó la oreja dos veces . Por último , muy despacio , dejó caer os dedos hacia los labios . Y negó con la cabeza .
¡ Oh , Dios ! ¡ Era él ! ¡ Era Ajasdarpan ! Pero ¿ cómo era posible ?
Si no recordaba mal , ese martes , 29 de enero , al ofrecerle mi escudilla de madera con el tagine y preguntarle si comprendía el arameo , allí , junto al pequeño , sólo se hallaba la mendiga más ebria , y , algo más atrás , los tres zagales que acompañaban a Ajasdarpan en la rebusca de la aceituna . Ni la mendiga ni los muchachos prestaron atención a la escena en la que Ajasdarpan me hizo saber que era sordo . Fue un << dialogo >> entre él y yo , exclusivamente . Nadie más fue testigo , que yo supiera .
Pero , entonces ...
Volví a examinarlo . Ajasdarpan me dejó hacer .
Ni rastro de las quemaduras ... Ni rastro de la osteogénesis ...
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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