jueves, 15 de junio de 2017

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 9 - Tercera semana en Beit Ids ( 36 )

Quedé asombrado . Aquella criatura resistía con todas sus fuerzas . El panorama , sin embargo , era desolador . Las llamas lo habían consumido , prácticamente . El cuerpo , sin ropas y sin pelo , era una costra negra , apergaminada hasta el desbridamiento , y colonizado por un buen número de flictenas ( ampollas ) de todos los tamaños , que variaban entre el blanco y el rojo cereza . No distinguí zona del cuerpo que no se hubiera visto afectada por el fuego . Las quemaduras del tórax y de las extremidades eran especialmente graves . Las llamas , que probablemente habían superado los 70 grados Celsius , habían dejado al descubierto , bajo la escara o costra negruzca , parte de los músculos y de los huesos . Aunque el fuego había afectado gravemente a la cabeza y a la cara , provocando la atresia ( oclusión de las aberturas naturales , especialmente de la nariz ), Ajasdarpan mantenía una respiración debilísima , pero suficiente . El resto de la exploración fue igualmente terrorífica . Era un milagro que el niño siguiera con vida . Las quemaduras en los pies y en los genitales externos eran muy profundas , y lo mismo sucedía con los pliegues de flexión , cuello y zonas de cicatrización queloidianas ( región deltoida y cara anterior del tórax ). Recurrí a la llamada << regla de los 9 >> , de wallace , para intentar conocer la extensión aproximada de las quemaduras , aunque sabía que este procedimiento no era el ideal en el caso de un niño , debido a las proporciones , relativamente distintas , de la cabeza , extremidades y tronco . Repetí la operación y el resultado , siempre aproximado , me dejó sin aliento : más del 80 por ciento del cuerpo aparecía consumido por las llamas . El pronóstico , por tanto , era muy grave . La probabilidad de muerte era elevadisima .
Dgul me observó , impaciente . E hice lo único que podía hacer . Le dije la verdad . El niño tenía pocas posibilidades de salir adelante . Aun así , el voluntarioso capataz se dirigió al grupo de feleh que seguía atento y ordenó a las mujeres que dispusieran de agua fría y limpia y aceite en abundancia . No repliqué .
El Maestro continuaba inmóvil , atento al niño y , supongo , a mis exploraciones .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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