Pero estas torcidas gentes no creerán en el aviso del Cielo .... Y abrá más . Un buey parirá un cordero en mitad del Templo .
Ante semejante y supuesta majadería , el comamdante , prea de una súbita , se atragantó .
-... Y la puerta oriental - proseguí con mayor solemnidad - que , como sabes , necesita de veinte hombres para ser cerrada , aparecerá misteriosamente abierta , sin que mano de humano se mezcle en ello .
>> Por último , para no agotarte , poco antes del fuego y la muerte , todo Jerusalén se maravillará y se hará lenguas ante los muchos carros que correrán por el aire .
Hubiera podido añadir más << señales >> - los textos de Josefo son excepcionales en este aspecto -, pero lo estimé innecesario . Poncio estaba boquiabierto .
La presencia en el tetrastilum de dos mancebos le sacó del trance . Mientras uno hacia sitio entre los restos de la comilona , el que había recibido el encargo depositó sobre una de las mesas la bandeja de madera que portaba . En ella vi una cajita de hueso labrado , una maza de reducidas proporciones y una copa de plata de ancha boca . En su interior distinguí un puñado de perlas .
El procurador los despidió con un gruñido . Peleó por acercarse a tan extraño encargo pero su abdomen , duro y cargado como un odre repleto de pez , se resistió . Las sucesivas intentonas agitaron su estómago , eructando cavernosamente . Al fin consiguió su propósito y , destapando la cajita hacia si , sonrió satisfecho . Acto seguido tomó una de las perlas , la examinó entre sus cortos y abarrilados dedos y , con un suspiro de resignación , fue a situarla en el mantel . El centurión llenó las copas y , con la mayor naturalidad , como si se tratasa de una costumbre rutinaria y sabida , agarró la maza , propinando a la perla un terrible golpe . El nácar blanco agrisado - de buen oriente sin duda - destelló lastimosamente . Con dos o tres nuevos mazazos , la pieza quedó pulverizada . Y Civilis , servicial , fue recogiendo el polvillo con la punta de su puñal , espolvoreándolo en el vino . Lo agitó y se lo ofreció a su jefe .
- ¡ Salud ! ... ¡ Lástima de mil sestercios !
Poncio apuró el brebaje , eructando nuevamente .
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Ante semejante y supuesta majadería , el comamdante , prea de una súbita , se atragantó .
-... Y la puerta oriental - proseguí con mayor solemnidad - que , como sabes , necesita de veinte hombres para ser cerrada , aparecerá misteriosamente abierta , sin que mano de humano se mezcle en ello .
>> Por último , para no agotarte , poco antes del fuego y la muerte , todo Jerusalén se maravillará y se hará lenguas ante los muchos carros que correrán por el aire .
Hubiera podido añadir más << señales >> - los textos de Josefo son excepcionales en este aspecto -, pero lo estimé innecesario . Poncio estaba boquiabierto .
La presencia en el tetrastilum de dos mancebos le sacó del trance . Mientras uno hacia sitio entre los restos de la comilona , el que había recibido el encargo depositó sobre una de las mesas la bandeja de madera que portaba . En ella vi una cajita de hueso labrado , una maza de reducidas proporciones y una copa de plata de ancha boca . En su interior distinguí un puñado de perlas .
El procurador los despidió con un gruñido . Peleó por acercarse a tan extraño encargo pero su abdomen , duro y cargado como un odre repleto de pez , se resistió . Las sucesivas intentonas agitaron su estómago , eructando cavernosamente . Al fin consiguió su propósito y , destapando la cajita hacia si , sonrió satisfecho . Acto seguido tomó una de las perlas , la examinó entre sus cortos y abarrilados dedos y , con un suspiro de resignación , fue a situarla en el mantel . El centurión llenó las copas y , con la mayor naturalidad , como si se tratasa de una costumbre rutinaria y sabida , agarró la maza , propinando a la perla un terrible golpe . El nácar blanco agrisado - de buen oriente sin duda - destelló lastimosamente . Con dos o tres nuevos mazazos , la pieza quedó pulverizada . Y Civilis , servicial , fue recogiendo el polvillo con la punta de su puñal , espolvoreándolo en el vino . Lo agitó y se lo ofreció a su jefe .
- ¡ Salud ! ... ¡ Lástima de mil sestercios !
Poncio apuró el brebaje , eructando nuevamente .
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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