En veinte pasos salvamos el pasillo de baldosas de arcilla cocida , deteniéndonos ante la última de las cinco puertas que conte en el muro de la izquierda . En la pared opuesta , frente por frente , se abrían otras tantas puertas de oscura madera de roble , cuidadosamente abrillantadas con alguna suerte de barniz .
Marcos , por señas , me indicó que sostubiera la lámpara de aceite . Y tomando el grueso manojo de llaves que colgaba de su cuello , buscó la apropiada . Al tercer o cuarto intento , la cerradura gruñó y mi amigo empujó la hoja , entrando en el aposento .Me mostró el lugar y , antes de retirarse , desde el umbral me señaló la estancia situada enfrente , aclarándome que allí podría asearme . Y con un cortés << la paz sea contigo >> , cerró tras de sí .
El pequeño cuarto , sin ventanas , era sencillo en extremo . Alcé el candil de bronce y las siete llamitas arrojaron otras tantas y serpenteantes sombras sobre el ajuar : un arca de madera de encina , una cama alta y evidentemente exigua para mi metro y ochenta centímetros de estatura , un jarrón de barro con un espléndido y perfumado ramo de blancos jazmines y , también sobre el arca , una bandeja cuidadosamente cubierta con una gasa . Al destaparla adiviné la mano de María , la señora de la casa . Sonreí agradecido . Junto a una jarrita rebosante de mermelada dulce encontré una escudilla con higos secos y nueces peladas , primorosamente cercadas por una miel casi negra , que brilló como un diamante a la luz del candil.
La cama era soberbia . Habia sido armada a base de una madera blanca de pino , formando una pareja de felinos , desmesuradamente estirados , cuyas cabezas constituían los pies . No había colchón . En su lugar , sobre un trenzado de lona , tres mantas de esponjosa lana y varios cojines de plumas . La << almohada >>, para mi desgracia , era un apoyacabezas de alabastro .
Por pura cortesía probé las nueces , absteniendome de la mermelada . Aunque las condiciones higiénicas de la casa y de la familia eran muy elogiables , las normas de la misión en este aspecto eran rígidas . Y un dulzón aroma a aceite de oliva - típico de las casas judías - fue extendiéndose por la habitación , empujandome a un plácido y reparador sueño .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Marcos , por señas , me indicó que sostubiera la lámpara de aceite . Y tomando el grueso manojo de llaves que colgaba de su cuello , buscó la apropiada . Al tercer o cuarto intento , la cerradura gruñó y mi amigo empujó la hoja , entrando en el aposento .Me mostró el lugar y , antes de retirarse , desde el umbral me señaló la estancia situada enfrente , aclarándome que allí podría asearme . Y con un cortés << la paz sea contigo >> , cerró tras de sí .
El pequeño cuarto , sin ventanas , era sencillo en extremo . Alcé el candil de bronce y las siete llamitas arrojaron otras tantas y serpenteantes sombras sobre el ajuar : un arca de madera de encina , una cama alta y evidentemente exigua para mi metro y ochenta centímetros de estatura , un jarrón de barro con un espléndido y perfumado ramo de blancos jazmines y , también sobre el arca , una bandeja cuidadosamente cubierta con una gasa . Al destaparla adiviné la mano de María , la señora de la casa . Sonreí agradecido . Junto a una jarrita rebosante de mermelada dulce encontré una escudilla con higos secos y nueces peladas , primorosamente cercadas por una miel casi negra , que brilló como un diamante a la luz del candil.
La cama era soberbia . Habia sido armada a base de una madera blanca de pino , formando una pareja de felinos , desmesuradamente estirados , cuyas cabezas constituían los pies . No había colchón . En su lugar , sobre un trenzado de lona , tres mantas de esponjosa lana y varios cojines de plumas . La << almohada >>, para mi desgracia , era un apoyacabezas de alabastro .
Por pura cortesía probé las nueces , absteniendome de la mermelada . Aunque las condiciones higiénicas de la casa y de la familia eran muy elogiables , las normas de la misión en este aspecto eran rígidas . Y un dulzón aroma a aceite de oliva - típico de las casas judías - fue extendiéndose por la habitación , empujandome a un plácido y reparador sueño .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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