Mientras nos adentrábamos en un oscuro pasadizo , con la barbilla casi pegada a los muslos , supuse que las palabras de Civilis hacían referencia a alguna de las extravagancias de Herodes el Grande , que fue quien remodeló Antonia sobre el viejo castillo de los Asmoneos . Aquel << invento >> de una puerta secreta sólo podía ser cosa del << criado edomita >> . A mi espalda , nada más penetrar en el túnel , creí escuchar una rápida sucesión de << clics >> . Las tinieblas y lo angosto del lugar no me permitieron descubrir el origen del ritmico tableteo metálico , pero deduje que se trataba del mecanismo de cierre del muro . Quizá un viejo sistema de poleas y pesas que , nada más abrir la tampa , reaccionan automáticamente , procediendo al cierre de forma gradual e inexorable . Cuando habíamos recorrido una veintena de metros , medio axfisiado por el escaso oxígeno , un golpe seco retumbó el el húmedo corredor . El muro acababa de volver a su posición original sepultándonos .
El hecho de que el centurión no se detuviera o hiciera comentario me tranquilizó relativamente . Aquél no era el lugar más idóneo para terminar mis días ...
Pero mis temores se disparon en seguida . Civilis se había parado y yo , torpemente , fui a chocar con él . No dijo nada . Abrió una portezuela de endeble y roída madera y la luz me hirió los ojos .
Cuando logré enderezarme estaba detras de unas gruesos cortinajes de color púrpura . El oficial me cedió el paso y aparecímos en una especie de sueño . Jamás pude imaginar un lujo semejante . El pasadizo secreto nos había situado en una estancia cuadrada - una especie de tetrastilum -, a cielo abierto y con unas doscientas columnas semiempotradas en unos muros de las más variadas y refulgentes tonalidades . El << techo >> lo formaban anchas lonas púrpuras de unos veinte metros de longitud , tendidas del remate de una columna a la opuesta . Con el sol en lo alto tamizarían los rayos , proyectando un resplandor rojizo sobre el enlosado de mármol . En el centro de levantaba un pequeño surtidor - ahora seco - en forma de gran concha y con seis tazas de mármol que sevían para recoger el agua .
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
El hecho de que el centurión no se detuviera o hiciera comentario me tranquilizó relativamente . Aquél no era el lugar más idóneo para terminar mis días ...
Pero mis temores se disparon en seguida . Civilis se había parado y yo , torpemente , fui a chocar con él . No dijo nada . Abrió una portezuela de endeble y roída madera y la luz me hirió los ojos .
Cuando logré enderezarme estaba detras de unas gruesos cortinajes de color púrpura . El oficial me cedió el paso y aparecímos en una especie de sueño . Jamás pude imaginar un lujo semejante . El pasadizo secreto nos había situado en una estancia cuadrada - una especie de tetrastilum -, a cielo abierto y con unas doscientas columnas semiempotradas en unos muros de las más variadas y refulgentes tonalidades . El << techo >> lo formaban anchas lonas púrpuras de unos veinte metros de longitud , tendidas del remate de una columna a la opuesta . Con el sol en lo alto tamizarían los rayos , proyectando un resplandor rojizo sobre el enlosado de mármol . En el centro de levantaba un pequeño surtidor - ahora seco - en forma de gran concha y con seis tazas de mármol que sevían para recoger el agua .
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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