Al poco , obedeciendo un impulso , tomé unja de las ardientes ramas y regresé a la caverna . ¿ Por qué no lo había hecho ? ¿ Por qué no inspeccioné la gruta al despertar ? Sencillamente , supuse que no había nadie en el interior ...
Entré despacio , con la tea en la mano izquierda , y el cayado en la derecha , listo para ser utilizado .
Me detuve al final de la suave rampa y extendí la antorcha , tratando de controlar la oscuridad .
No aprecié nada extraño , al menos en el primer repaso .
Y caminá , atento .
Negativo .
Allí no había nadie . Los sacos , la cesta y la manta del Maestro seguían colgados del roble , inmóviles .
Y me dispuse a retornar a la senda .
Fue entonces cuando me di cuenta . Me agaché sobre la tierra y acerqué la improvisada tea .
Me asombró . Ésa fue la primera reacción . Despues , al verificar que no era la única , sentí escalofríos .
Alcé la mirada hacia la viga , e hice memoria . Estaba seguro . Yo las até , una por una , a los clavos . ¿ Como era que habían caído ? E intenté racionalizar el asunto . Al consumirse , las estacas que yo amarré a los enganches , lógicamente , cayeron al suelo de la cueva . Este explorador encendió cuatro y , ahora , todas se halaban en tierra , apagadas . Pero ...
Las examiné detenidamente . No era posible . Las teas , confeccionadas con las maderas de tola que hallé en la cueva , aparecían a medio quemar . Además , las cuerdas continuaban en lo alto , amarradas a los respectivos clavos de hierro ...
Y volvió el escalofrío .
Autor : J.J. Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Entré despacio , con la tea en la mano izquierda , y el cayado en la derecha , listo para ser utilizado .
Me detuve al final de la suave rampa y extendí la antorcha , tratando de controlar la oscuridad .
No aprecié nada extraño , al menos en el primer repaso .
Y caminá , atento .
Negativo .
Allí no había nadie . Los sacos , la cesta y la manta del Maestro seguían colgados del roble , inmóviles .
Y me dispuse a retornar a la senda .
Fue entonces cuando me di cuenta . Me agaché sobre la tierra y acerqué la improvisada tea .
Me asombró . Ésa fue la primera reacción . Despues , al verificar que no era la única , sentí escalofríos .
Alcé la mirada hacia la viga , e hice memoria . Estaba seguro . Yo las até , una por una , a los clavos . ¿ Como era que habían caído ? E intenté racionalizar el asunto . Al consumirse , las estacas que yo amarré a los enganches , lógicamente , cayeron al suelo de la cueva . Este explorador encendió cuatro y , ahora , todas se halaban en tierra , apagadas . Pero ...
Las examiné detenidamente . No era posible . Las teas , confeccionadas con las maderas de tola que hallé en la cueva , aparecían a medio quemar . Además , las cuerdas continuaban en lo alto , amarradas a los respectivos clavos de hierro ...
Y volvió el escalofrío .
Autor : J.J. Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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