Me hice con algunas ramas de almendro , prendí fuego y las situé , estratégicamente , en la breve rampa del túnel de entrada . Si los lobos intentaban penetrar en la gruta , primero tendrían que sortear las antorchas. No lo harían ...
Despues iluminé la cueva hasta donde fue posible y procuré tranquilizarme . Fui a sentarme en el túnel , entre las teas que clavé en el terreno , y esperé . En la senda danzaba la hoguera que había preparado inicialmente . Si alguien se acercaba , lo vería de inmediato ...
Y paso el tiempo , pero nada ocurrió .
Comprendí.
Me había precipitado , una vez más . Todo eran suposiciones y , probablemente , consecuencias de una imaginación calenturienta , alterada por la soledad y por las historias de los znun .
Peo ¿ y los aullidos ? Eso no era mi mente ...
Decidí permanecer ocupado . Era lo mejor . Y el estómago reclamó lo que le pertenecía .
Examiné la cesta y comprobé que el sheikh se había mostrado generoso : además de las habituales aceitunas , en salmuera , y de los dátiles , el jeque nos obsequió con un mensaf , dos patas de cordero , cocidas en leche fermentada y aromatizadas con especias . Al lado , una ración de mmalleh , otro pan típico de los badu , grande y fino como una sábana , obtenido sobre el sag , un instrumento de hierro abombado , de un metro de diámetro , que situaban sobre el fuego y en el que depositaban la masa , a veces empapada en mantequilla y miel . El malleh era un pan obligado con la carne . Lo doblaban delicadamente y lo consimían a pellizcos . Un buen mallh alimentaba a una familia durante una o dos jornadas . Y de postre , varias << pastillas >< de halwa , otra de nuestras debilidades ...
¿ Qué hacía ? ¿ Seguía esperándolo ? Era tarde . Él no se presentaría ... ¿ O sí ?
Y opté por lo má sensato : devoré mi parte , y guardé el resto en la caverna , colgado de la viga central .
Después volví a mi posición . Me senté en el túnel , entre las nerviosas antorchas , coloqué el cayado sobre las piernas , y permanecí con la vista fija en la hoguera que ardía en la senda .
Todo era silencio .
AutorJ.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Despues iluminé la cueva hasta donde fue posible y procuré tranquilizarme . Fui a sentarme en el túnel , entre las teas que clavé en el terreno , y esperé . En la senda danzaba la hoguera que había preparado inicialmente . Si alguien se acercaba , lo vería de inmediato ...
Y paso el tiempo , pero nada ocurrió .
Comprendí.
Me había precipitado , una vez más . Todo eran suposiciones y , probablemente , consecuencias de una imaginación calenturienta , alterada por la soledad y por las historias de los znun .
Peo ¿ y los aullidos ? Eso no era mi mente ...
Decidí permanecer ocupado . Era lo mejor . Y el estómago reclamó lo que le pertenecía .
Examiné la cesta y comprobé que el sheikh se había mostrado generoso : además de las habituales aceitunas , en salmuera , y de los dátiles , el jeque nos obsequió con un mensaf , dos patas de cordero , cocidas en leche fermentada y aromatizadas con especias . Al lado , una ración de mmalleh , otro pan típico de los badu , grande y fino como una sábana , obtenido sobre el sag , un instrumento de hierro abombado , de un metro de diámetro , que situaban sobre el fuego y en el que depositaban la masa , a veces empapada en mantequilla y miel . El malleh era un pan obligado con la carne . Lo doblaban delicadamente y lo consimían a pellizcos . Un buen mallh alimentaba a una familia durante una o dos jornadas . Y de postre , varias << pastillas >< de halwa , otra de nuestras debilidades ...
¿ Qué hacía ? ¿ Seguía esperándolo ? Era tarde . Él no se presentaría ... ¿ O sí ?
Y opté por lo má sensato : devoré mi parte , y guardé el resto en la caverna , colgado de la viga central .
Después volví a mi posición . Me senté en el túnel , entre las nerviosas antorchas , coloqué el cayado sobre las piernas , y permanecí con la vista fija en la hoguera que ardía en la senda .
Todo era silencio .
AutorJ.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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