No supe qué hacer , ¿ Rodeaba el edificio a la búsqueda de los sirvientes ? Estremecido recordé que los esbirros contratados por el posadero para mi eliminación eran justamente servidores o lacayos del viejo sacerdote . Quizá la situación , a plena luz y en los dominios de la víbora , no fuera tan dramática . La reflexión no era de buena factura . Así que , con mil precauciones , caminé hacia el oeste de la fachada . En dicha esquina el paso aparecía cprtado por un abrupto desnivel - casi un precipicio - que moría en la torrentera , a unos veinte metros de donde me hallaba . El muro occidental de la vivienda quedaba convertido así en un lugar de difícil acceso . De hecho, como si el saduceo hubiera deseado convertir aquel flanco en un bastión , la pared carecía de puertas . En cuanto a la media docena de ventanas practicadas en el blanco enlucido , la más próxima a tierra quedaba separada por tres dilatados metros . Un poco más al norte , siguiendo el curso del arroyo , se alzaban un par de casitas , recostadas una en la otra . A las puertas de una de ellas , besando las rápidas aguas , se distinguían varios hombres , afanados en lo que me pareció un trabajo de alfarería . Sin saberlo estaba descubriendo el entrañable taller de los descendientes de Nathan . Súbitamente , el roce de unas sandalias contra la tierra apisonada fue a sacarme de mis observaciones . La baja y fuerte complexión del individuo que se acercaba me resultó familiar . Si la memoria no fallaba , era el mismo , o muy semejante , al que había salido del albergue y que terminó dándose a la fuga por los huertos próximos al puente de piedra . Aquel elemento , en compañía del segundo - al que perseguiera Santiago -, podía ser uno de los artífices del robo . Y la mano derecha de este cada vez más desconfiado explorador fue al encuentro del mecanismo activador de los ultrasonidos . No fueron necesarios . Al reconocerme soltó la horca de tres púas que portaba en su mano izquierda y , descompuesto , berreando como un becerro , dio media vuelta , precipitandose hacia el cortinaje rojo . Atónito ante lo incomprensible y desmedida reacción del esbirro no acerté a entender . << A no ser ... >> Sonreí sin ganas . Y el estómago me dio un vuelco . << A no ser que aquel desalmado hubiera participado en el apuñalamiento del " dormido griego ".. >>
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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