En el terrado yacían quince palomas , muertas . María , al descubrir esa mañana el macabro hallazgo , se había apresurado a avisar a los suyos . Curiosa y sospechosamente , el autor o autores de la mortandad no actuaron sobre el palomar existente en el patio posterior . Era menos comprometido ascender por las escaleras experiores , adosadas al muro y eliminar a los inonfesivos ejemplares que se guarecían en un anexo del referido palomar , dispuesto al fondo de la azotea y armando en pequeñas jaulas , al socaire del contrapecho . Por fortuna , la veintena de aves que anidaban habitualmente en el corral segían zureando y alegrando la casa con sus vuelos blancos , negros y verdiazulados .
Al examinar los animales muertos observé restos de vómitos sobre la arcilla apisonada . Jacobo mostró a su cuñado uno de los tazones de madera que servía de comedero . Junto al grano que constituía el alimento habitual se apreciaban restos de una raiz , minuciosamente troceada . Santiago tomó algunos de aquellos minúsculos y negruzcos trocitos , olfateándolos .
- No hay duda - comentó en voz baja -. Envenenadas .
Le pedí que me mostrara el extraño elemento . Pero fui incapaz de identificarlo . Y al rogarle que me aclarara el misterio , lo hizo con una sola palabra :
- Acónito .
Me estremecí . En efecto . yo había observado esta planta entre la maleza que crecía en las colinas . Sus raices contienen una alta concentración de alcaloides . Y entre esos principios activos : la << aconitina >> , uno de los venenos más rápidos que se conocen . Ni siquiera en la actualidad se ha descubierto un antídoto específico . La raiz , el << napelo >> , es confundida en ocasiones con los rábanos picantes . Eran suficientes cuatro o cinco miligramos para provocar un fatal desenlace en un ser humano . En el caso de las palomas , la dosis letal , por supuesto , podía ser notablemente inferior.
- ¡ Hijo de mil rameras !
Jacobo se mordió los puños . Todos , sin necesidad de mayores explicaciones , nos mostramos de acuerdo sobre la identidad del miserable que había maquinado tan repugnante acto . Pero nadie pronunció su nombre . Tampoco hacía falta ser muy despierto para entender que aquel doloroso envenenamiento era una advertencia . Y por segunda vez en la luminosa mañana del miércoles , 26 de abril , quien esto escribe se arrepintió de haber pactado con el saduceo.
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Al examinar los animales muertos observé restos de vómitos sobre la arcilla apisonada . Jacobo mostró a su cuñado uno de los tazones de madera que servía de comedero . Junto al grano que constituía el alimento habitual se apreciaban restos de una raiz , minuciosamente troceada . Santiago tomó algunos de aquellos minúsculos y negruzcos trocitos , olfateándolos .
- No hay duda - comentó en voz baja -. Envenenadas .
Le pedí que me mostrara el extraño elemento . Pero fui incapaz de identificarlo . Y al rogarle que me aclarara el misterio , lo hizo con una sola palabra :
- Acónito .
Me estremecí . En efecto . yo había observado esta planta entre la maleza que crecía en las colinas . Sus raices contienen una alta concentración de alcaloides . Y entre esos principios activos : la << aconitina >> , uno de los venenos más rápidos que se conocen . Ni siquiera en la actualidad se ha descubierto un antídoto específico . La raiz , el << napelo >> , es confundida en ocasiones con los rábanos picantes . Eran suficientes cuatro o cinco miligramos para provocar un fatal desenlace en un ser humano . En el caso de las palomas , la dosis letal , por supuesto , podía ser notablemente inferior.
- ¡ Hijo de mil rameras !
Jacobo se mordió los puños . Todos , sin necesidad de mayores explicaciones , nos mostramos de acuerdo sobre la identidad del miserable que había maquinado tan repugnante acto . Pero nadie pronunció su nombre . Tampoco hacía falta ser muy despierto para entender que aquel doloroso envenenamiento era una advertencia . Y por segunda vez en la luminosa mañana del miércoles , 26 de abril , quien esto escribe se arrepintió de haber pactado con el saduceo.
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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