El bramido de los motores y los pilotos verdes y rojos , intermitentes , nos hizo comprender que se trataba de dos poderosos helicópteros . Se hallaban en estacionario entre el foso y las escaleras de piedra que conducían a la cisterna subterránea ubicada en las proximidades de la cara sureste de Masada . Al aproximarnos , gracias a la extraordinaria iluminación de los cuatro focos instalados en las panzas de los aparatos , comprobamos cómo de los CH- 47 Chinook - helicópteros de transporte utilizados por la Marina israelí - colgaban sendos y enormes bultos . Poco a poco , siguiendo las indicaciones del personal de tierra , las cargas fueron arriadas . Y al instante , cumplida su misión , los Chinook apagaron sus faros , redoblando la potencia de los rotores y desapareciendo hacia el norte entre las temibles rachas de viento y agua . A la mañana siguiente , al conocer el peso , volumen y la naturaleza de lo transportado , no pude por menos que admirar a aquellos audaces pilotos judíos .
Calados hasta los huesos volvimos a las tiendas , esperando el nuevo amanecer con impaciencia . Y , verdaderamente , aquel viernes , 23 de febrero de 1973 , iba a ser una jornada cargada de sorpresas .
La primera llegó con el alba . Hacia las 06,45 horas , después de una noche desasosegada en la que apenas pude conciliar el sueño , al asomarme a la puerta de la tienda fui testigo de un inesperado espectáculo . Como un milagro , amplias zonas de la superficie del campamento y del resto de la cumbre aparecieron alfombradas de flores de todos los colores . Era admirable . En cuestión de horas flores amarillas , verdes y rojas . En las áreas más bajas - también hay que decirlo -, el temporal habá formado inmensos charcos , convirtiendo el terreno en un lodazal . A pesar de la extrema sequedad de Masada y de su entorno - con el mar Muerto a la derecha y el desierto de Judá a la izquierda -, la realidad que tenía ante mis ojos venía a confirmar las palabras de Flavio Josefo cuando , 1 900 años antes , había descrito estas salvadoras llevias .
La segunda sorpresa se produjo al entrar en el barracón habilitado para duchas , letrinas y aseo en general . Como ya comenté , había sido levantado casi pared con pared con la pieza rectangular conocida como la << laguna grande >> . Aquél fue otro de los múltiples detalles que pasaron inavertidos para mi durante la primera jornada en el campamento .
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Calados hasta los huesos volvimos a las tiendas , esperando el nuevo amanecer con impaciencia . Y , verdaderamente , aquel viernes , 23 de febrero de 1973 , iba a ser una jornada cargada de sorpresas .
La primera llegó con el alba . Hacia las 06,45 horas , después de una noche desasosegada en la que apenas pude conciliar el sueño , al asomarme a la puerta de la tienda fui testigo de un inesperado espectáculo . Como un milagro , amplias zonas de la superficie del campamento y del resto de la cumbre aparecieron alfombradas de flores de todos los colores . Era admirable . En cuestión de horas flores amarillas , verdes y rojas . En las áreas más bajas - también hay que decirlo -, el temporal habá formado inmensos charcos , convirtiendo el terreno en un lodazal . A pesar de la extrema sequedad de Masada y de su entorno - con el mar Muerto a la derecha y el desierto de Judá a la izquierda -, la realidad que tenía ante mis ojos venía a confirmar las palabras de Flavio Josefo cuando , 1 900 años antes , había descrito estas salvadoras llevias .
La segunda sorpresa se produjo al entrar en el barracón habilitado para duchas , letrinas y aseo en general . Como ya comenté , había sido levantado casi pared con pared con la pieza rectangular conocida como la << laguna grande >> . Aquél fue otro de los múltiples detalles que pasaron inavertidos para mi durante la primera jornada en el campamento .
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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