Con la caída del sol , encendiendo de rojo el desierto de Judá , los trabajos en el campamento Eleazar se interrumpieron . La falta de suministro eléctrico hacía difícil y peligroso el movimiento de los tractores y de la grúa . Para colmo , las lluvias y el fuerte viento seguían martirizando la cumbre de Masada . Así que , de común acuerdo , nos retiramos a las tiendas que nos habían sido asignadas . Cada uno de aquellos incómodos albergues , de recia lona negra , daría cobijo en lo sucesivo a diez miembros de supuesta operación arqueológica . Astutamente , los judíos procuraron que uno o dos de sus hombres compartieran con nosotros los respectivos refugios de campaña . De esta forma podían estar al corriente de nuestras conversaciones y propósitos . Tal circunstancia provocaría en el equipo de Caballo de Troya algunos momentos de tensión . Sin embargo , supimos contrarestar este sutil espionaje ..
bajo la tenue lus de la botella de gas que colgaba del techo de la tienda , con el agudo ulular del viento entre las lonas , mis pensamientos , una vez más , volvieron a Él . No cabía duda : su imagen y sus palabras formaban ya parte de mi propio ser . Y una dulce melancolía fue invadiendome . Sólo de vez en vez , con no pocos esfuerzos , conseguía regresar a la realidad . Entonces , un puñado de dudas oscurecía aquel extraño sentimiento . Una en especial , me impedía conciliar el sueño : << ¿ Cómo nos las arreglariamos para lanzar la << cuna >> desde aquel foso ? >> La antena parabólica - aunque podía ser desmontada - constituía un serio obstaculo ...
De pronto , a eso de las nueve de la noche , un ensordecedor estruendo sacó al campamento de su obligado reposo . Como un solo hombre , los ocho norteamericanos y dos israelíes que dormitábamos en aquella tienda , nos precipitamos hacia la salida .
Una inusitada agitación se había apoderado del medio centenar de hombres que ocupaban la base en aquellos momentos . En mitad de la obscuridad y de la implacable lluvia , a poco más de diez o veinte metros sobre nuestras cabezas , cuatro potentes reflectores iluminaban el extremo sur del campamento Eleazar .
Autor :J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
bajo la tenue lus de la botella de gas que colgaba del techo de la tienda , con el agudo ulular del viento entre las lonas , mis pensamientos , una vez más , volvieron a Él . No cabía duda : su imagen y sus palabras formaban ya parte de mi propio ser . Y una dulce melancolía fue invadiendome . Sólo de vez en vez , con no pocos esfuerzos , conseguía regresar a la realidad . Entonces , un puñado de dudas oscurecía aquel extraño sentimiento . Una en especial , me impedía conciliar el sueño : << ¿ Cómo nos las arreglariamos para lanzar la << cuna >> desde aquel foso ? >> La antena parabólica - aunque podía ser desmontada - constituía un serio obstaculo ...
De pronto , a eso de las nueve de la noche , un ensordecedor estruendo sacó al campamento de su obligado reposo . Como un solo hombre , los ocho norteamericanos y dos israelíes que dormitábamos en aquella tienda , nos precipitamos hacia la salida .
Una inusitada agitación se había apoderado del medio centenar de hombres que ocupaban la base en aquellos momentos . En mitad de la obscuridad y de la implacable lluvia , a poco más de diez o veinte metros sobre nuestras cabezas , cuatro potentes reflectores iluminaban el extremo sur del campamento Eleazar .
Autor :J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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