Al desembocar en la gran explanada existente a los pies del muro occidental del antiguo Templo , ciento de personas , la mayoría turistas , deambulaban de aquí para allá , curioseando y tomando fotografías . Me aproximé despacio a la muralla . Era increible que , de aquella monumental construcción que yo viera en nuestro primer salto , sólo quedase en pie un reducido paño de sillería de doce escaos metros de altura y poco más de 70 de longitud . Numerosos rabinos y fieles judíos , entre los que destacaban niños y jovencitos , rezaban o leían los rollos de la Ley , con los rostros materialmente pegados a los gigantescos y erosionados bloques cenicientos . La devoción y respeto de aquellos israelitas , cubiertos con sus mantos blancos y típicos sombreros negros y con las filacterias sujetas a la frente , eran sobrecogedores .
Levanté los ojos , recorriendo minuciosamente las once hileras de piedra que aún resistian elpaso de los siglos , descubriendo cómo algunas cosas no habían cambiado en el venerable muro . Entre los huecos y ranuras de los imponentes bloques seguían floreciendo manojos de hierbas silvestres , cobijando a buen número de palomas y pajarillos . Y entre el susurro de aquellasm plegarias aparecieron en mi memoria las palabras que pronunciara Jesús de Nazaret en el atardecer del Martes , 4 de abril del año 30 :
<<.... ¿ Habéis visto esas piedras y ese templo macizo ? Pues en verdad , en verdad os digo que llegaran días muy proximos en los que no quedará piedra sobre piedra . Todas seran echadas abajo . >>
Impulsado por una extraña fuerza me acerqué a una de las moles de piedra . Mis manos acariciaron la rugosa superficie y mi rostro , lenta y suavemente , fua a tocar aquella segunda hilera .Cerré los ojos , intentando captar la formidable energía que , sin lugar a dudas , almacenaba aquella reliquia . Mi alma necesitaba desesperadamente una señal , un simple recuerdo , quizá el fugaz perfume de unas piedras que habían sido mudos testigos de la presencia de Cristo ... Un llamto dulce y sosegado fue la única respuesta.
Autor J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Levanté los ojos , recorriendo minuciosamente las once hileras de piedra que aún resistian elpaso de los siglos , descubriendo cómo algunas cosas no habían cambiado en el venerable muro . Entre los huecos y ranuras de los imponentes bloques seguían floreciendo manojos de hierbas silvestres , cobijando a buen número de palomas y pajarillos . Y entre el susurro de aquellasm plegarias aparecieron en mi memoria las palabras que pronunciara Jesús de Nazaret en el atardecer del Martes , 4 de abril del año 30 :
<<.... ¿ Habéis visto esas piedras y ese templo macizo ? Pues en verdad , en verdad os digo que llegaran días muy proximos en los que no quedará piedra sobre piedra . Todas seran echadas abajo . >>
Impulsado por una extraña fuerza me acerqué a una de las moles de piedra . Mis manos acariciaron la rugosa superficie y mi rostro , lenta y suavemente , fua a tocar aquella segunda hilera .Cerré los ojos , intentando captar la formidable energía que , sin lugar a dudas , almacenaba aquella reliquia . Mi alma necesitaba desesperadamente una señal , un simple recuerdo , quizá el fugaz perfume de unas piedras que habían sido mudos testigos de la presencia de Cristo ... Un llamto dulce y sosegado fue la única respuesta.
Autor J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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