Una de las mujeres , creo recordar que la magdalena , se adelantó y soltó la cuerda que , a manera de lazo , sujetaba una puerta de madera , de un metro de altura , a una cerca de estacas meticulosamente blanqueadas con cal . Aquel vallado , de una altura similar a la de la cancela de entrada , se perdía a la derecha e izquierda , entre el enramado de un sinfín de árboles frutales .
Al girar , los herrajes articulados de los goznes chiriaron como un animal herido . El grupo se precipitó hacia el interior de la finca . Caminamos alrededor de cincuenta pasos , siempre entre una frondosa plantación de pequeños árboles selectos , hasta llegar a una bifurcación del estrecho sendero que arrancaba en el umbral mismo de la puerta del huerto . Tras una breve pausa , suficiente para recordar el aliento perdido , José y Nicodemo hicieron una indicación a los soldados y tomamos el ramal de la derecha . El de la izquierda llevaba a una casita situada a un centenar de metros y que , a juzgar por la cimbreante y espigada columna de humo que escapaba por la chimenea , debía estar habitada . Dos pequeños perros salieron de entre los árboles , saltando y ladrando alegremente entre las piernas de José de Arimatea . Pero el anciano , con un autoritario grito , les obligó a retirarse .
A cosa de 20 metros de la bifurcación apareció ante mí una suave elevación del terreno . Era una formación calcárea que no sobresaldría más allá de metro y medio sobre el nivel del suelo.
Nos detuvimos y el de Arimatea anunció al oficial que ya podían depositar el cuerpo de Jesús sobre el terreno .
A cosa de dos pasos de donde reposaba el cadáver del Nazareno , el suelo arcilloso que rodeaba aquella cuña rocosa había sido removido . José , propietario del lugar , había mandado construir unas rústicas escaleras que descendían hasta un estrecho callejón de apenas dos metros de anchura . Al bajar los cinco peldaños se encontraba uno en la mencionada galería y frente a una fachada , perfectamente trabajada sobre la roca viva . Groso modo , calculé la altura de aquella pared rocosa en unos tres metros . El elm centro había una diminuta puerta cuadrangular de 90 centímetros de lado . José nos rogó que le disculparamos y se alejó a la carrera en dirección a la casita .
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Al girar , los herrajes articulados de los goznes chiriaron como un animal herido . El grupo se precipitó hacia el interior de la finca . Caminamos alrededor de cincuenta pasos , siempre entre una frondosa plantación de pequeños árboles selectos , hasta llegar a una bifurcación del estrecho sendero que arrancaba en el umbral mismo de la puerta del huerto . Tras una breve pausa , suficiente para recordar el aliento perdido , José y Nicodemo hicieron una indicación a los soldados y tomamos el ramal de la derecha . El de la izquierda llevaba a una casita situada a un centenar de metros y que , a juzgar por la cimbreante y espigada columna de humo que escapaba por la chimenea , debía estar habitada . Dos pequeños perros salieron de entre los árboles , saltando y ladrando alegremente entre las piernas de José de Arimatea . Pero el anciano , con un autoritario grito , les obligó a retirarse .
A cosa de 20 metros de la bifurcación apareció ante mí una suave elevación del terreno . Era una formación calcárea que no sobresaldría más allá de metro y medio sobre el nivel del suelo.
Nos detuvimos y el de Arimatea anunció al oficial que ya podían depositar el cuerpo de Jesús sobre el terreno .
A cosa de dos pasos de donde reposaba el cadáver del Nazareno , el suelo arcilloso que rodeaba aquella cuña rocosa había sido removido . José , propietario del lugar , había mandado construir unas rústicas escaleras que descendían hasta un estrecho callejón de apenas dos metros de anchura . Al bajar los cinco peldaños se encontraba uno en la mencionada galería y frente a una fachada , perfectamente trabajada sobre la roca viva . Groso modo , calculé la altura de aquella pared rocosa en unos tres metros . El elm centro había una diminuta puerta cuadrangular de 90 centímetros de lado . José nos rogó que le disculparamos y se alejó a la carrera en dirección a la casita .
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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