miércoles, 1 de julio de 2015

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 1 - 7 de abril , viernes ( 260 )

Mientras los soldados  aprovechaban  aquel respiro para sentarse y descansar , me agaché  y traté de echar una ojeada  al interior de la cripta  . Una piedra redonda  , muy parecida a una muela de molino y de un metro de diámetro , reposaba a la izquierda de la boca de entrada  al sepulcro . Al pie mismo de la fachada  había sido practicado un canalillo de unos 20 centímetro de profundidad  por otros 30 de  anchura  que corría a todo lo ancho . La piedra  , tan toscamente  pulida como la fachada , cullo oeso debía ser superior a los 500 kilos  , se hallaba dispuesta de tal guisa  que - par atpar  el angosto orificio que hacía las veces  de puerta  - bastaba con hacerla rodar sobre el mencionado canalillo  , al que se ajustaba  casi matemáticamente  . Al pasar mi mano sobre aquella mole  redonda imaginé  el enorme esfuerzo que tenía que haber supuesto a los operarios su trabajo hasta el fondo del callejón y , por supuesto , el que exigiría  cada cierre y apertura de la tumba
Pero , al introducir  mi cabeza en el interior  de la cripta , la oscuridad era tal que no acerté  a distinguir  ni su profundidad , ni la altura de las paredes  ni ningún otro detalle .
Me incorporé y , mientras  aguardaba a José  , me dediqué a medir aquella especie de antesala o callejón : desde la fachada hasta el peldaño más bajo había 2,20 metros  . Las paredes de la galería  , a cielo abierto , iban descendiendo desde los 3 metros ( altura máxima que correspondía a la fachada de la tumba ) hasta poco más o menos un metro , al nivel del escalón más alto .
Aquellas mediciones se vieron interumpidas por la llegada del anciano . Le acompañaba un hebreo de unos cincuenta años , con una barba corta y cuidada  y de una corpulencia que , instintivamente , me recordó al fallecido Maestro . Se tocaba con unancho sombrero de paja y cargaba una voluminosa y pesada ánfora . José portaba dos teas de mango corto y una especie de atillo.
Hacia las cinco de la tarde , el dueño del huerto se arrodilló  frente a la cámara sepulcral y , con sumo cuidado , alargó la mano izquierda , depositando una de las antorchas  en el interior de la cripta  . A continuación entrego la segunda tea a su siervo y jardinero , quien , hierático y mudo como una estatua , no se movería ya del callejón .
José , siempre en aquella forzada postura , se arrastró , penetrando en la cueva .
Autor : J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez

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