Antes de cubrirle definitivamente con la mitad del lienzo , el buen amigo de Jesús se arrodilló frente al cadáver y , bajando la cabeza , guardó unos minutos de silencio . El zebedeo le imitó . Fueron instantes especialmente intensos y emotivos . Comprendí con desolación que aquélla era la última vez que vería el cuerpo sin vida del Maestro . No debo ocultar que , al posar mi mirada en sus machacados restos , me asaltó una duda densa y agobiante como aquella cámara funeraria : ¿ resucitaría , tal y como había anunciado ? Pero , ¿ cómo ? Aquella devastadora catástrofe había reducido su organismo a una piltrafa ...
Lo confieso con toda sinceridad . Mi espíritu científico se rebeló . Nadie , que se sepa , lo había logrado en toda la Historia de la HUmanidad . ¿ Por qué iba a conseguirlo aquel Galileo , tan humano como los demás ? Si realmente gozaba de poderes tan extraordinarios , ¿ por qué no había evitado tanto suplicio y , sobre todo , una muerte tan cruel y humillante ?.
Nicodemo y la casi totalidad de sus amigos y discípulos tampoco estaban muy seguros de la anunciada resurrección de su Maestro . José , incluso , dudaba . Un signo palpable de lo que digo se hallaba justamente en aquél rápido y provisional adecentamiento del cadáver . Las intenciones del anciano de Arimatea , de su compañero y de las mujeres que esperaban fuera de la cripta , no tenían nada que ver con esa supuesta resurrección del rabí . Si de verdad hubieran creídoen un suceso tan prodigioso , ¿ por qué posponer el definitivo embalsamientodel cuerpo de Jesús hasta después de la fiesta del sábado ? Lo lógico hubiera sido no taponar siquiera sus heridas ni cubrirle con aquellos productos aromáticos , destinados únicamente a contrarestar el cercano hedor de la putrefacción.
Encorvado , aturdido y extremadamente cansado por tantas emociones y por falta de sueño , no fui capaz de formular un solo pensamiento o una fugaz oración ante el Hijo del Hombre .Con gran desolación por mi parte descubrí que no recordaba ninguna de las escasas plegarias que apendí en mi niñez . Sin embargo , yo también me uní , simbólicamente , a José de Arimatea cuando , incorporándose , se inclinó sobre la frucida frente del amigo , depositando en ella un cálido y prolongado beso .
Después cubrió el cuerpo de Jesús con la sábana , tomando las antorchas . Me apresuré a recoger su manto y en ese momento , al agacharme , decubrí en uno de los rincones de la cámara - semiocultos en la penumbra - un par de capazos de mimbre , repletos de escombros y un pequeño pico . José se percató de mi observación excusándose por el desorden del lugar . Según comentó , el sepulcro se hallaba aún en obras...
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Lo confieso con toda sinceridad . Mi espíritu científico se rebeló . Nadie , que se sepa , lo había logrado en toda la Historia de la HUmanidad . ¿ Por qué iba a conseguirlo aquel Galileo , tan humano como los demás ? Si realmente gozaba de poderes tan extraordinarios , ¿ por qué no había evitado tanto suplicio y , sobre todo , una muerte tan cruel y humillante ?.
Nicodemo y la casi totalidad de sus amigos y discípulos tampoco estaban muy seguros de la anunciada resurrección de su Maestro . José , incluso , dudaba . Un signo palpable de lo que digo se hallaba justamente en aquél rápido y provisional adecentamiento del cadáver . Las intenciones del anciano de Arimatea , de su compañero y de las mujeres que esperaban fuera de la cripta , no tenían nada que ver con esa supuesta resurrección del rabí . Si de verdad hubieran creídoen un suceso tan prodigioso , ¿ por qué posponer el definitivo embalsamientodel cuerpo de Jesús hasta después de la fiesta del sábado ? Lo lógico hubiera sido no taponar siquiera sus heridas ni cubrirle con aquellos productos aromáticos , destinados únicamente a contrarestar el cercano hedor de la putrefacción.
Encorvado , aturdido y extremadamente cansado por tantas emociones y por falta de sueño , no fui capaz de formular un solo pensamiento o una fugaz oración ante el Hijo del Hombre .Con gran desolación por mi parte descubrí que no recordaba ninguna de las escasas plegarias que apendí en mi niñez . Sin embargo , yo también me uní , simbólicamente , a José de Arimatea cuando , incorporándose , se inclinó sobre la frucida frente del amigo , depositando en ella un cálido y prolongado beso .
Después cubrió el cuerpo de Jesús con la sábana , tomando las antorchas . Me apresuré a recoger su manto y en ese momento , al agacharme , decubrí en uno de los rincones de la cámara - semiocultos en la penumbra - un par de capazos de mimbre , repletos de escombros y un pequeño pico . José se percató de mi observación excusándose por el desorden del lugar . Según comentó , el sepulcro se hallaba aún en obras...
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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