miércoles, 1 de julio de 2015

Caballo de Troya - El Diario del Mayor - Tomo 1 - 7 de abril , viernes ( 264 )

Nicodemo  seleccionó una de aquellas << vendas >> ( de algo más de un metro de longitud ) y tirando  de ambos extremos  la tensó , estabilizandola  a un par de cuartas  por encima del saquete  que albergaba el dorado polvillo . Sin perder un instante  , el de Arimatea  enterró su mano izquierda  en la saca  , tomando un puñado  de aquella especie  de árido . Y lo dejó escapar  por la parte inferior del puño , cubriendo más que generosamente la superficie de la tela  . El tembloroso  pulso del anciano  hizo que  buena parte  del acíbar  o áloe  - porque de eso se trataba  - cayera  al saco o se demarrara  sobre el abrupto pavimento  de la cámara  mortuoria  . Sin demasiado disimulo recogí un pellizco de aquel polvo , guardándomelo  . Una vez de regreso al módulo , y sometido al correspondiente análisis  microscópico , Caballo de Troya  supo que aquella sustancia  era en realidad una de las variantes del acíbar : el llamado << sucotrino >> , que debe su nombre a la isla de Socotora  , a la entrada del golfo Arábigo . Generalmente se presenta en masas  de fractura brillante  y como vítrea  , rojas , verdosas  o amarillentas y que ,  sometidas a pulverización , proporcionan un producto granulado , identico al que yo tenía  ante mis ojos . En el caso del áloe originario de Socotora  , su origen , como en otros tipos de acíbar - << hepático , o de las Barbadas >>, << caballuno >> , etc .-, está en el zumo que se extrae de diferentes especies botánicas  . Se trata de grandes y hermosas plantas de la familia de las Liliáceas ( tribu de las Asfodeleas  ) , que crecen en las regiones cálidas de Asia , África  y América . Del centro de un conjunto de hojas grandes y carnosas , con bordes armados de puntas , arranca un tallo o escapo vigoroso que lleva en su ápice una larga espiga de flores tubulosas , generalmente bilabiadas y rojas . El mencionado zumo es producido por las hojas .
José se incorporó y acercándose a los pies del maestro , procuró juntarlos , levantándolos de forma que su compañero pudiera pasar la pieza de tela  , impregnada de acíbar , a la altura de los tobillos . A continuación , Nicodemo fue arrojando su aliento sobre el áloe y , ante mi sorpresa , su particular olor se hizo más intenso y penetrante .
Anudó la venda en el nacimiento de los pies y , regresando a la saca , repitió la operación con una segunda tira . En esta ocasión , antes de anudar las manos del Galileon , José tuvo la precaución de depositarlas reverencial y púdicamente  sobre el pubis  del cadáver . La izquierda sobre la derecha  . Aquella , como esta última  , mostraba un rosetón de sangre coagulada  sobre la parte superior de la muñeca . La forma triangular de la herida , con sus bordes negros y descarnados , me hizo estremecer.

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