Ningún cricificado podía ser enterrado en un cementerio judío . Así lo establecia la ley . Jose y Nicodemo lo sabían y antes incluso de visitar a Poncio , ya tenían previsto dar sepultura al Maestro en una de las propiedades del anciano de Arimatea . Pero el final de aquél trágico viernes se acercaba a pasos agigantados . Las trompetas del Templo no tardarían en anunciar el ocaso y , con él , la entrada del sábado y de la solemne fiesta de la Pascua . Era preciso darse prisa . Y los ex miembros del Sanedrín , que sostenían la sábana por la parte de los pies , aceleraron el paso . Por detras , a cuatro o cinco metros , nos seguían María , la de Magdala ; María , la esposa de Cleopás ; Marta , otra de las hermanas de la madre de Jesús , y Rebeca de Séforis . Los soldados , a su vez , se habían dividido , cubriendo los flancos del cadáver .
Al contemplar aquel silencioso y huidizo cortejo fúnebre no pude reprimir una tristísima sensación de soledad . Abandonado de la mayoría de sus amigos y fieles seguidores , ultrajando casi despues del descendimiento por aquella turba de fanáticos , ahora - camino del sepulcro - ni siquiera podía recibir enterramiento con un mínimo de dignidad y reposo . Hasta el más pobre y miserable de los judíos , según la ley , tenía derecho , cuando menos , a un sepelio con dos músicos de flauta y una plañidera . Para el Nazareno no que daban ya lágrimas . Los corazónes de las mujeres y de sus tres amigos se habían secado . En cuanto al acompañamiento , el único sonido que recuerdo fue el de los presurosos pasos de la escolta y de los que cargaban su cadáver , tronchando cardos y abrojos .
El de Arimatea y Nicodemo dirigieron el traslado , bordeando la muralla norte de jerusalén y siguiendo prácticamente el mismo itinerario de la << via dolorosa >> Cruzamos la carretera de Samaria y a los diez o quince minutos de haber abandonado el patíbulo , sudorosa y con los dedos lastimados por el peso del cuerpo , la comitiva se detuvo frente a un huerto . Nos hallábamos al norte del Gólgota y relativamente cerca de la Torre Antonia , aproximadamente a unos 100 o 150 metros . ( Era lógico que los ricos hacendados de Jerusalén no dispusieran sus fincas y plantaciones o huertos de recreo cerca del peñasco donde se ajusticiaba a los ladrones y criminales . Aquél , en cambio , parecía un lugar tranquilo y hermoso .)
Autor :J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Al contemplar aquel silencioso y huidizo cortejo fúnebre no pude reprimir una tristísima sensación de soledad . Abandonado de la mayoría de sus amigos y fieles seguidores , ultrajando casi despues del descendimiento por aquella turba de fanáticos , ahora - camino del sepulcro - ni siquiera podía recibir enterramiento con un mínimo de dignidad y reposo . Hasta el más pobre y miserable de los judíos , según la ley , tenía derecho , cuando menos , a un sepelio con dos músicos de flauta y una plañidera . Para el Nazareno no que daban ya lágrimas . Los corazónes de las mujeres y de sus tres amigos se habían secado . En cuanto al acompañamiento , el único sonido que recuerdo fue el de los presurosos pasos de la escolta y de los que cargaban su cadáver , tronchando cardos y abrojos .
El de Arimatea y Nicodemo dirigieron el traslado , bordeando la muralla norte de jerusalén y siguiendo prácticamente el mismo itinerario de la << via dolorosa >> Cruzamos la carretera de Samaria y a los diez o quince minutos de haber abandonado el patíbulo , sudorosa y con los dedos lastimados por el peso del cuerpo , la comitiva se detuvo frente a un huerto . Nos hallábamos al norte del Gólgota y relativamente cerca de la Torre Antonia , aproximadamente a unos 100 o 150 metros . ( Era lógico que los ricos hacendados de Jerusalén no dispusieran sus fincas y plantaciones o huertos de recreo cerca del peñasco donde se ajusticiaba a los ladrones y criminales . Aquél , en cambio , parecía un lugar tranquilo y hermoso .)
Autor :J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez