Una vez restablecido el orden , el pelotón retornó a lo alto de la roca , formando un nuevo y más numeroso cinturón de seguridad en torno a las cruces .
Juan y las mujeres , que de habían visto obligados a correr , huyendo de la furiosa carga , contemplaron de lejos cómo el verdugo concluía su labor de desenclavamiento de Jesús . El resto de los sacerdotes y judíos que se había revelado desaparecío por los campos o en el interior de la ciudad . Sólo unos pocos , lejos y dispersos , se atrevieron a espiar los movimientos de la guardia . Pero en ningún momento tuvieron valor para aproximarse a menos de cien metros del patíbulo .
A pesar del forzado aislamiento del Calvario , Longino - tratando siempre de obrar con un mínimo de justicia - se destacó hasta el borde del promontorio y , levantando la voz , dio lectura a la orden de Poncio . Dudo mucho que los rabiosos jueces llegaran a escuchar al oficial .
A continuación , avanzando hacia José de Arimarea , le comunicó solemnemente :
- Este cuerpo te pertenece . Haz lo que consideres oportuno . Mis soldados te ayudaran para que nadie se oponga a tu deseo .
El anciano , pálido aún por el susto , agradeció las palabras de Longino y , en compañía de Nicodemo , se dirigió al lugar donde descansaba el cadaver de su Maestro . El patibulun había sido retirado y también el yelmo espinoso , que fue arrojado con fuerza por el verdugo hacia el pequeño peñasco situado sl Oeste . Ni josé ni su amigo , ni tampoco los soldados pretaron la menor atención al citado casco de puas . Sencillamente , lo vi perderse entre las retamas del accidentado terreno .
Mientras los soldadosn iniciaban el segundo descendimiento , el anciano José se arrodilló junto a la maltrecha cabeza de Jesús y , tras contemplarle en silencio , extendió su mano , bajando el párpado derecho del Señor . Al cabo de veinte o treinta segundos retiró los dedos , oero el ojo del Galileo volvió a abrirse . José posó de nuevo la mano sobre el párpado , sujetándolo durante casi dos minutos . En este tiempo , una solitaria lágrima resbaló por la mejilla del amigo del Nazareno.
Autor :J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Juan y las mujeres , que de habían visto obligados a correr , huyendo de la furiosa carga , contemplaron de lejos cómo el verdugo concluía su labor de desenclavamiento de Jesús . El resto de los sacerdotes y judíos que se había revelado desaparecío por los campos o en el interior de la ciudad . Sólo unos pocos , lejos y dispersos , se atrevieron a espiar los movimientos de la guardia . Pero en ningún momento tuvieron valor para aproximarse a menos de cien metros del patíbulo .
A pesar del forzado aislamiento del Calvario , Longino - tratando siempre de obrar con un mínimo de justicia - se destacó hasta el borde del promontorio y , levantando la voz , dio lectura a la orden de Poncio . Dudo mucho que los rabiosos jueces llegaran a escuchar al oficial .
A continuación , avanzando hacia José de Arimarea , le comunicó solemnemente :
- Este cuerpo te pertenece . Haz lo que consideres oportuno . Mis soldados te ayudaran para que nadie se oponga a tu deseo .
El anciano , pálido aún por el susto , agradeció las palabras de Longino y , en compañía de Nicodemo , se dirigió al lugar donde descansaba el cadaver de su Maestro . El patibulun había sido retirado y también el yelmo espinoso , que fue arrojado con fuerza por el verdugo hacia el pequeño peñasco situado sl Oeste . Ni josé ni su amigo , ni tampoco los soldados pretaron la menor atención al citado casco de puas . Sencillamente , lo vi perderse entre las retamas del accidentado terreno .
Mientras los soldadosn iniciaban el segundo descendimiento , el anciano José se arrodilló junto a la maltrecha cabeza de Jesús y , tras contemplarle en silencio , extendió su mano , bajando el párpado derecho del Señor . Al cabo de veinte o treinta segundos retiró los dedos , oero el ojo del Galileo volvió a abrirse . José posó de nuevo la mano sobre el párpado , sujetándolo durante casi dos minutos . En este tiempo , una solitaria lágrima resbaló por la mejilla del amigo del Nazareno.
Autor :J.J.Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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