Después , una vez seguro , hizo un pequeño rasguño en la piel . Cambió el clavo de mano y lo situó verticalmente sobre el punto elegido . Acto seguido agarró el martillo y levantó la vista , esperando que el oficial le autorizase a golpear . Longino asintió con una leve inclinación de cabeza y el verdugo aproximó la maza hasta tocar suavemente la base de cobre . Izó a continuación el martillo por encima de su oreja derecha , lanzándolo con fuerza sobre el clavo .
La sección cuadrada - de unos ocho milímetros - penetró limpiamente , atravesando la muñeca y abriendo también la madera del patibulum. El clavo - de unos 20 o 25 centímetros de longitud -, se había inclinado ligeramente , al enterrarse en el carpo . Su cabeza aparecía ahora en dirección a los dedos . En aquel momento , con el corazón bombeando aceleradamente , no reparé en un detalle que decía mucho en favor de la pericia del verdugo ....
Con una segunda descarga - mucho menos violenta que la primera -, el clavo entró un poco más . La base del mismo había quedado a unos 10 centímetros de la piel . La sangre tardó dos o tres segundos en brotar.
El guerrillero , que seguía inconsciente , no reaccionó . Y el verdugo se dio prisa en repetir la operación sobre la muñeca derecha . En esta ocasión no miró siquiera al centurión . Con otros dos martillazos fue suficiente para fijar al reo al madero . Curiosamente , la base del clavo volvió a situarse oblicuamente . Entonces caí en la cuenta de cómo ambos pulgares se habían doblado bruscamente hacia el centro de la palma de las manos . Los restantes dedos , en cambio , apenas si habían quedado flexionados . ( Al dirigir los ultrasonidos sobre las muñecas del maestro se pudo formular una hipótesis - confirmada por estudios anatómicos posteriores - sobre la causa de este fenómeno . )
Al perforar las muñecas del << zelota >> , dos borbotones de sangre emergieron lentamente , rodando por la corteza del leño y formando sendos charcos sobre la roca .
Autor : J.J.benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
La sección cuadrada - de unos ocho milímetros - penetró limpiamente , atravesando la muñeca y abriendo también la madera del patibulum. El clavo - de unos 20 o 25 centímetros de longitud -, se había inclinado ligeramente , al enterrarse en el carpo . Su cabeza aparecía ahora en dirección a los dedos . En aquel momento , con el corazón bombeando aceleradamente , no reparé en un detalle que decía mucho en favor de la pericia del verdugo ....
Con una segunda descarga - mucho menos violenta que la primera -, el clavo entró un poco más . La base del mismo había quedado a unos 10 centímetros de la piel . La sangre tardó dos o tres segundos en brotar.
El guerrillero , que seguía inconsciente , no reaccionó . Y el verdugo se dio prisa en repetir la operación sobre la muñeca derecha . En esta ocasión no miró siquiera al centurión . Con otros dos martillazos fue suficiente para fijar al reo al madero . Curiosamente , la base del clavo volvió a situarse oblicuamente . Entonces caí en la cuenta de cómo ambos pulgares se habían doblado bruscamente hacia el centro de la palma de las manos . Los restantes dedos , en cambio , apenas si habían quedado flexionados . ( Al dirigir los ultrasonidos sobre las muñecas del maestro se pudo formular una hipótesis - confirmada por estudios anatómicos posteriores - sobre la causa de este fenómeno . )
Al perforar las muñecas del << zelota >> , dos borbotones de sangre emergieron lentamente , rodando por la corteza del leño y formando sendos charcos sobre la roca .
Autor : J.J.benitez
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Antonio Martinez
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