Al fijarme aprecie cómo los labios se hallaban agrietados , con las típicas manchas amarillentas en sus bordes , propias de la deshidratación . Lentamente , el Galileo fue apurando el brebaje . Al terminar , su boca quedó entreabierta , con el cuerpo estremecido por la fiebre y la consiguiente de frío . Entonces reparé en su boca , comprobé con espanto que la hermosa dentadura del rabí aparecía rota . Me situé en cuclillas , al lado de Longini y tocando con mis dedos el labio inferior descubrí la dentadura . Uno de los incisivos inferiores había desaparecido y el segundo presentaba sólo una parte de la corona. Aquellas pérdidas sólo podían haber ocurridoen alguna de las cuatro caídas . En mi opinión , en la primera o en la cuarta y última .
Al notar la suave presión de unos dedos , bajando su labio inferior , Jesús abrió como pudo sus ojos . El izquierdo se hallaba pránticamente cerrado por los hematomas y la rotura de la ceja . MI mirada debió ser tan intensa y compasiva que adiviné una chispa de agradecimiento en aquellas pupilas . La << hipotonía >> o blandura del globo ocular era tan evidente que me reafirme en la gravisima deshidratación que padecía .
La temperatura del labio era muy alta y , sin poder remediarlo , comenté con el oficial el delicado estado del reo . Longino se incorporó y con un gesto de preocupación se dirigió al camino , observando a los transeúntes . . Al principio me extrañó aquella reacción del capitan de la escolta . Después comprendí por qué se había alejado del pelotón .
Mientras observaba cómo el galileo iba recobrando el aliento , un grupo de veinte o treinta mujeres apareció bajo el arco de Efraín . Indudablemente venían al encuentro del Maestro porque , al descubrirlo al pie de la muralla , se detuvieron . Avenzando tímidamente y , cuandose hallaban a tres metros , uno de los romanos les cortó el paso con su lanza .
Me puse en pie y busqué con ansiedad a la madre del Maestro , pero pronto caí en la cuenta que aquel intento de identificación era ridículo . Yo no conocía a María . Las mujeres rompieron a llorar . Fueron unas lágrimas amargas y silenciosas .
Autor ; J.J. Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
Al notar la suave presión de unos dedos , bajando su labio inferior , Jesús abrió como pudo sus ojos . El izquierdo se hallaba pránticamente cerrado por los hematomas y la rotura de la ceja . MI mirada debió ser tan intensa y compasiva que adiviné una chispa de agradecimiento en aquellas pupilas . La << hipotonía >> o blandura del globo ocular era tan evidente que me reafirme en la gravisima deshidratación que padecía .
La temperatura del labio era muy alta y , sin poder remediarlo , comenté con el oficial el delicado estado del reo . Longino se incorporó y con un gesto de preocupación se dirigió al camino , observando a los transeúntes . . Al principio me extrañó aquella reacción del capitan de la escolta . Después comprendí por qué se había alejado del pelotón .
Mientras observaba cómo el galileo iba recobrando el aliento , un grupo de veinte o treinta mujeres apareció bajo el arco de Efraín . Indudablemente venían al encuentro del Maestro porque , al descubrirlo al pie de la muralla , se detuvieron . Avenzando tímidamente y , cuandose hallaban a tres metros , uno de los romanos les cortó el paso con su lanza .
Me puse en pie y busqué con ansiedad a la madre del Maestro , pero pronto caí en la cuenta que aquel intento de identificación era ridículo . Yo no conocía a María . Las mujeres rompieron a llorar . Fueron unas lágrimas amargas y silenciosas .
Autor ; J.J. Benitez
Un abrazo
Antonio Martinez
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